BULEVAR
Caminaba, como siempre, por el bulevar.
La bruma envolvía el amanecer y mis pasos dejaban huellas sobre el rocío de la grama suave y mullida. Algún que otro grillo vagabundo saltaba huyendo de mis pasos, mientras que, a la distancia, una serie de árboles erguidos y orgullosos intentaban desperezarse en la frescura de una mañana otoñal.
Serenos rayos de un arco iris apretaban el horizonte en un abrazo furioso. ¡No pude evitarlo!, pensé en ti... Como en un sueño, sutil y entusiasta, mis ansias contornearon tu silueta en mi mente. El olor del viento arrimó algas marinas en tus cabellos, embriagándome con tu presencia.
Mientras, mi alma anidaba el anhelo del encuentro.
El sol recreaba la tibieza de tu piel, y en mi rostro jugueteaba inquieto. Sonreí al evocar tus palabras de aquella noche: “Necesito sentirte”, dijiste, y ¡te fuiste, quedándote en mi! Las sensaciones que viví al abrazarte, son comparables a las que tengo en este momento, con el día que nace. Y nace contigo en mi sentir.
Aquella noche, casi de improviso te amé. Tus labios me descubrieron en la locura de quererte; y el roce de tu piel desnuda me reveló caricias olvidadas. Ahora, la inquietud sacude mi interior. No sé, si es el otoño que me sorprende con oportunidades nuevas, o es la vida que llega con tu presencia.
Si tú supieras, hoy... ¡cuánto te necesito!
Al mirarte, al mirarte simplemente a los ojos, mil destellos de luna se hicieron fuego, y encendieron el deseo de amar. ¡Eres tan especial! Si el roce de tu piel desnuda reveló nostalgias, el sentir tu cuerpo vibrar en el mío reveló necesidades. El deseo junto al amor es simplemente necesidad... ¡Y te necesito!
Caminaba por el bulevar. Por este mismo bulevar donde te descubrí aquella mañana, por primera vez. ¡Y no quise dejar de pensar en ti! El rumbo de mi destino cambiaba, y yo me dejaba guiar por el deseo irrefrenable de volver a verte. Y la necesidad de quererte embriagaba mi alma...
El otoño marcaba el rumbo entre sus hojas amarillas...
Al final de la avenida, creí divisar tu figura. El sol, a tu espalda, me impedía identificarte con plenitud; mas sentí que era imposible equivocarme. Algo más intenso que la agudeza de mi vista se adentró en mí. Fue tu mirada, la velocidad de tus pasos acercándote a mí. ¡Por fin te volví a abrazar!
Entre mis brazos te sentí temblar.
Respiré el mismo aire de tu pasión.
¡Y volví a amarte!
|