Marea alta parte 3
Y si, estaba a punto de perder mi brazo, debido a la falta de medicamento para evitar la infección. Desesperada salí a buscar ayuda, la única persona que en ese momento que podía ayudar era Víctor, pero mi soberbia pudo más que el dolor. En la esquina de donde trabaja Víctor hay una base de taxis, tomé mi bolso envolví mi brazo en una sábana blanca, no me gustan las sábanas en color blanco, no sé por qué tenía una sábana en color blanco. Bueno eso no importa, la sábana se marcó en color rojo cuando salí no me percaté de que dejé las llaves adentro de mi casa, fui a la base de taxis, eran aproximadamente las 11 de la noche solo se encontraba un taxi en servicio el cual lo ganó una pareja. Víctor estaba adentro del restaurant barriendo, yo ya no podía ni con mi alma, sentía que me iba a desmayar. Lo único que puedo recordar es que un hombre con ojos bellos y suaves manos me decía que si estaba bien y ya no supe más, Víctor me cargó y me llevó a un taxi pero tomó un taxi de otro sitio y me llevó al hospital.
Desperté a la mañana siguiente, era un dolor insoportable. Pasé bien la noche, por la mañana podría apostar que me despertaron los ronquidos de aquel hombre que se encontraba dormido en el sillón de la habitación que el mismo dolor. Llegó la misma enfermera que me atedió la vez pasada. Víctor despertó tenía una cara muy “dormida” bostezó y pude ver su linda dentadura, y su lengua rosada, se talló los ojos y se acercó a mi cama.
-¿Cómo te sientes? - dice él, dando un estirón.
-me duele – señalé mi brazo.
-el doctor vino a revisarte a las 3 de la mañana, y dijo que tienes una pequeña infección en el brazo.
-¿y qué tengo que tomar? – ahora espero no volver a perder el medicamento.
-ya dieron la receta. No te apures ya fui por el medicamento.
-¿y cómo llegue aquí? – pregunté por qué es notable que el siendo de una complexión delgada no creo que haya podido cargarme, el mide aproximadamente 1.90 pero no creo que él pueda cargar 110 kilos ¿o sí?
-entre otro amigo y el taxista me ayudaron.
-ya veo, gracias. Toma el dinero de la receta, está en mi bolso.
-bueno ya me voy, pero regreso como a la 1 de la tarde.
-ok, pero antes de que te vayas toma el dinero de mi bolso.
-nos vemos. – y me dio un beso en la frente.
No sacó el dinero de mi bolsa, no sé si por la madrugada esculcó mi bolso lo que si se es que este chico me salvó la vida de alguna manera. El doctor llegó a la habitación y me dijo que iba a dar de alta hasta el día lunes. Le hable a mi jefe para decirle lo que estaba pasando conmigo, en todo momento recibí su apoyo, Víctor regresó al hospital, la verdad es que mi estancia fue difícil, estaba pasando por una situación bastante cruel, me sentía sola, me sentía una basura, que en todo momento me porte hermética con Víctor. Salí del hospital sin avisarle a Víctor, pedí un taxi a las afueras del nosocomio y me llevaron a mi casa. Cuando llegó Víctor supongo que no me vio, pero no me fui así nada más porque si, a la enfermera le pedí que de favor le diera una nota la cual decía.
Víctor.
Gracias por la atenciones, hasta el momento he sido muy grosera, pero en este momento no me siento con ganas de tener amigos, espero que me comprendas te dejo el dinero del medicamento, algún día te iré a visitar a tu trabajo para darte las gracias en persona.
De nuevo gracias.
Atentamente: Mireya.
Cuando llegué a mi casa me di cuenta de que había dejado las llaves adentro de la casa, y fui al bar donde había conocido a Víctor y un chico de la seguridad del bar me ayudó a poder abrir mi casa.
-buenas noches. – dije a las afueras del bar “las palmeras”
-si dime. – dice un chico con unos tremendos bíceps
-vivo enfrente de la playa me acaban de operar y dejé las llaves de mi casa adentro en la mesa ¿me puedes ayudar a abrir la puerta?
-claro, dime por donde es. Mario cúbreme. – dijo el hombre con voz de chico que se la vive en el gym. -¿y que te pasó? Cuando viniste al bar estaba bien
-es que tuve un accidente, esta es mi casa. - le dije, mientras yo no podía dejar de ver esos brazos fortachones.
-ok, solo tengo que meter este broche, y listo, ya está.
-¿ya? – lo cuestioné, me sorprendió que es menos de dos segundos pudo abrir la puerta.
-listo quedo, linda me voy.
-gracias.- le dije pero seguía viendo sus brazos morenos fornidos.
Y se abrió la puerta, di las gracias, le di una propina y se fue. Sentí un alivio de saber que por fin estaba en casa. Era lunes por la noche y sabía que al día siguiente me tenía que presentar a trabajar. Tomé mi medicamento tal y como el doctor me lo indicó y me fui a la cama. Me daba miedo moverme y lastimarme, recargué mi brazo en una almohada y me dormí. Estoy acostumbrada a dormir con varias almohadas una la abrazo como si estuviera dormida sobre el pecho de un hombre, y otra la pongo en mi entre pierna como si tuviera entrelazadas las piernas de otra persona.
Si no duermo así, no puedo dormir. Mi despertador no sonó, yo me levanto normalmente a las 7 de mañana, pero esta vez no sonó, me seguí hasta las 9 de mañana, sonó mi celular y conteste.
-¿Bueno? ¿Quién habla? – dije a la bocina.
-habla Ana la secretaria de tu jefe. – dice una voz muy chillante.
-¿dime que pasa?
-me da pena contigo, pero tu jefe dice que ya no te presentes a trabajar, dice que estas despedida.
-¿pero porque? ¡Yo falté porque estaba en el hospital!
-lo sé, yo se lo dije pero el insistió. Que pases por tu liquidación.
-maldito desgraciado. Gracias Ana. – dije con mucha rabia.
-por nada y recupérate pronto.
-adiós. – le dije muy enojada.
Colgué el teléfono, lo aventé hacia la otra pared. Me levanté y fui a reclamarle a ese infeliz el haberme corrido. Cuando llegue a su oficina él no estaba, una caja con mis cosas ya me esperaban.
Era difícil que con una sola mano y peor aún solo tenía el brazo izquierdo en “función” cargara una caja con todas mis cosas.
Continuara…
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