En la batalla de Huautla,
el bravo guerrero Tlahuicole,
joven otomí, valiente y noble,
defendió a la república de Tlaxcala.
Los huexotzincas, aliados del imperio
le capturaron en una cenagal,
y, como a coyote fiero,
enjaulado lo llevaron a Tenochtitlan
El orgulloso emperador,
Moctezuma Xocoyotzin,
guardaba ciego rencor
al indomable otomí
desde que a la vida de su hijo
en la guerra pusiera fin.
Pero, cuando supo el enorme valor
que en la batalla su enemigo mostró,
la libertad finalmente le ofreció.
Mas a orgulloso nadie le ganaba
y Tlahuicole la oferta rechazó,
no queriendo volver a Tlaxcala
con el estigma del perdedor.
Y, como capitán del ejército azteca,
que comandaba Cuauhtemoc,
a luchar fue contra los purépechas
allá donde se pone el sol.
En la guerra fue valeroso
y realizó muchas hazañas,
consiguiendo un gran botín,
un tesoro de cobre y plata.
Moctezuma, agradecido,
la libertad nuevamente le ofreció
y Tlahuicole, el aguerrido,
la libertad nuevamente rechazó.
No hubo otra oportunidad.
Le llevaron a la piedra ritual,
al temido temacatl.
Un pie le ataron y le pusieron a luchar.
Antes de entregar su alma,
mató ocho guerreros, tal vez más.
A Huitzilopochtli, dios de los mexicas,
entregaron su cráneo y su corazón.
Y su cuerpo, en forma de ceniza ,
a Tlaxcala para que le dieran honor.
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