(Recuerdos de cómo viví el golpe militar en Chile.
Cortos relatos-reflexiones. Nº 6)
Al entrar ese Jueves al Campo de Concentración con Julio Salinas vi que venían a nuestro encuentro un hombre y una mujer. ¡Me llevé una sorpresa! Ella, era mi hermana mayor, que estaba detenida desde el día anterior, y yo no lo sabía. Por cierto, el abrazo que nos dimos fue muy emotivo. Y el saludo al que la acompañaba.
¿Qué hacía allí mi hermana María?
Tenía en su “prontuario” un tremendo delito: Era dirigente gremial de los profesores. De la izquierda. Agravado por el hecho de estar casada con Humberto Rodríguez, miembro del partido comunista. Este, se había entregado voluntariamente al ser requerida su presencia por bandos radiales. Cosa que yo, al menos, no sabía.
La mantuvieron detenida por varios meses, y le devolvieron la libertad sin previa explicación, después de haber condenado a su esposo.
El acompañante de mi hermana de ese “Comité de Bienvenida”, era Luis Sepúlveda, un trabajador de la morgue, del Hospital de San Antonio. Había cometido otro “delito”: decir que una persona determinada había muerto de lo que había muerto, y no de lo que decían los militares. Porque, algunas personas morían de lo que ellos, prepotentes, declaraban. Huelga casi decir que había fallecido asesinada por ellos. Aún me recuerdo con risas la poesía que Sepúlveda había compuesto. Es tan mal poeta como yo, y creo que ha sido la única “poesía” que ha compuesto en su vida:
“Fui un prisionero de guerra,
en un país
donde no había guerra.
Por un lado,
metrallas, tanques y aviones,
y por el otro,
chuchadas y maldiciones.”
Como ven, los que estábamos allí éramos “prisioneros de Guerra”, por “graves delitos” similares al de Sepúlveda. “Gente muy peligrosa”, les habían metido en la cabeza los oficiales a los reclutas que nos vigilaban.
La mentira, la violencia, la maldad se habían entronizado en el país.
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