Suspiros del alma.

Árboles que se inundan
de colores mezclados entre la brisa
y el reflejo que brinda el arco iris,
tras las lágrimas derramadas
en la noche de recuerdos,
noche de ilusiones
quebrantas como las hojas de otoño
que son pisoteadas en el andar
de la multitud,
que sin darse cuenta,
destruyen esperanzas, sueños,
que a veces ellos mismo cobijan
en la mochila de la ilusión
que siembran cada vez
que sus ojos inspirados
en el destino,
esperan esa melodía
suave y armoniosa
que felicidad que recae en el corazón
que poco a poco se levanta
para nuevamente
encumbrar su andar,
y tras miradas a las estrellas
que le dan ese aliento
para poder gritar cada vez más fuerte,
como un suspiro de alma
en forma de tornado,
que arrasa y llega tan hondo
que enamora a cualquiera.

Rios que sobrepasan
de alegrias,
que construyen día a día,
un andar celeste y transparente
para aquellos peces,
que sumergidos
en el entusiasmo
de surcar hasta su océano
que es la máxima
felicidad,
así como las aves,
que en su volar,
sobrepasan todo lo que pueden,
como si fueran
un socavón de sentimientos
que traspasa los hielos eternos,
los altos montes,
y cordilleras heladas,
que luego de ese esplendor de vuelo,
que va más allá de un soñar,
alcanza a ser una mínima palabra
que deletrea en su canción de vida,
el detalle y delicadeza
de lo que es el amor,
que pasa del estado natural
desde la primavera,
hasta volver al reencuentro
de las caricias
y esa rosa
que marca el vaivén de la pasión
que es casi tan dulce como la miel,
y tierna como aquellos gatos
que se cobijan en el sillón,
en donde las caricias terminan
en el amor del cuerpo
y el deseo eterno.