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—No se preocupe mi presi, yo tengo todo controlado, por eso lo traje a jugar golf. Aquí en el campo no hay “pajaritos en el alambre” —dijo el jefe de la policía municipal de la ciudad de Querétaro.
—Mira Toño, recuerda que te conozco de muchísimos años, desde la escuela primaria que cursamos juntos y desde entonces eras muy atrabancado igual que ahora, no mides las consecuencias y el peligro de que nos caigan en la maroma. En este momento es cuando más cuidado debemos de tener.
—No sé, porque se preocupa tanto, si nos ha ido muy bien y sólo tenemos que esperar las siguientes elecciones dentro de ocho meses para que usted deje el puesto de presidente municipal y salte a gobernador del estado y yo a diputado federal. Mientras nos forraremos de dinero con nuestros amigos.
—Esos amigos son los que me preocupan, ¿cuántos saben de nuestros manejos?
—Usted bien sabe, que el gobernador actual ni idea tiene de este negocio y sólo al que tenemos que darle su mochada es al secretario general de gobierno. Yo, no es para recargármela, pero soy bien chingón para eso de manejar los centavos, recibo “la lana” a través de un pago electrónico interbancario del extranjero a una cuenta local y de inmediato lo reparto a las cuentas bancarias que tanto el secretario como usted me han dado, junto con las mías, todas están en bancos de la isla de Aruba que por fortuna es paraíso fiscal. Todos estos movimientos son por vía electrónica. Solamente yo manejo la computadora, pues las cosas deben hacerse personalmente para que salgan bien. Además como cosa mía, por ser buen jefe, les doy a los compañeros policías que nos hacen el paro, sus centavitos (no muchos), para que estén contentos.
— ¿Por qué nuestros amigos te depositan en una cuenta local, podrían depositar directamente en Aruba, no crees? —Cuestionó el presidente municipal.
—Eso quería yo, pero ellos no quisieron y, el porqué, según estas gentes, es para tenernos comprometidos.
—Ahí está la falsedad, ¿esa cuenta la abriste a tu nombre?
— ¡De pendejo! La abrí a nombre de un sobrino político, cuyos apellidos no coinciden con los míos. En el remoto caso de que algo pasara, él se chinga. Y para que vea lo abusado que soy, mi cabrón sobrino no sabe de esta cuenta.
—Eso me tranquiliza, a propósito de nuestros amigos ¿están contentos con el trato que tenemos?
—Claro que yes, ya que esta plaza de Querétaro, ellos la quieren para que vivan sus familias, debería de ver las mansiones que han construido en colonias de élite, como en la colonia “Villas del Cimatario”, en la colonia “Lomas del Marqués”. Y desde luego nada de desordenes como secuestros, venta escandalosa de mota u otras drogas, todo bien controlado. El pueblo está muy contento pues el crimen ha bajado de a madre y nosotros tenemos mucha popularidad, por eso las elecciones serán pan comido.
Ambos políticos siguieron con su juego de golf en las elegantes instalaciones del “Club Campestre El Campanario”.

“Qué mala suerte —pensó César— que tenga que depender forzosamente del tío, que ni siquiera es pariente consanguíneo, pero la necesidad es hereje, aquí me tiene arreglándole sus movidas chuecas. ¡Cuánto dinero reciben estos cabrones! El tío creé que yo no me doy cuenta que es dinero del narco, pero ni modo, lo bueno es que me paga bien y más ahora que necesitamos dinero por el bebé que nos llegó. Qué guapa su puso la Tere después del embarazo, subió un poco de peso y se ve mejor. Lo bueno es que el cabrón de mi tío ya la dejó en paz, pues el muy jijo de la fregada andaba tras ella.”
César trabajaba en la amplia oficina del Capitán Antonio, jefe de la policía municipal de la ciudad de Querétaro. La Hermosa y Muy Noble y Leal Ciudad de Santiago de Querétaro, donde existe una gran superficie en el centro histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1996, y ahí no pueden circular automóviles. Hay muchísimas áreas verdes entre bellísimos edificios, el aire es limpio, la mayor parte de las calles tienen árboles alineados a los lados de las mismas y lo que más destaca es su limpieza. En este paradisíaco lugar es donde sucede nuestra historia.
Eran cerca de las once de la mañana y César encontró que a esa hora había mucho tráfico en internet siendo difíciles las transacciones bancarias que realizaba en línea. Las líneas de los bancos de Aruba estaban congestionadas, se armó de paciencia que fue retribuida al fin cuando completo los traspasos de dinero a las cuentas deseadas.
Tanto César como su esposa Teresa eran de una pequeña pero bella ciudad, San José Iturbide, Guanajuato, a sólo media hora de Querétaro rumbo a San Luis Potosí. Los esposos se conocían desde la infancia. César estudiaba para contador público e iba en el quinto semestre, cuando su novia Teresa le avisó que estaba embarazada, adiós sueños de ser profesionista, dejo la escuela para ponerse a trabajar. No sabía si por buena o mala suerte un tío político, sin hijos y viudo de la hermana del padre de César, se fijó en él y le ofreció trabajo como ayudante. El tío en el ejército se había retirado de teniente de caballería y para efectos de retiro lo ascendieron a capitán segundo de caballería retirado. Con la buena suerte de que el actual capitán había sido condiscípulo del presidente municipal de Querétaro, por lo que dado su grado militar lo nombró jefe de la policía municipal.
Al principio todo iba bien, salvo lo resbaloso en las atenciones que el tío tenía con Teresa. Su tío pagó de su propio peculio dos cursos para César: uno sobre cómo evitar el lavado de dinero que promovía la “Asociación de Banqueros de México” y otro de computación avanzada. El capitán Antonio, jefe de César, le dijo cuando regresó: “te mandé a estudiar no para que evites el lavado de dinero, eso me importa «madres», tu tarea será colocar dinero en diferentes cuentas o sea lavar dinero para mí y mis socios —todo esto lo dijo acompañado de carcajadas—, ahí tu sabes si aceptas o te lleva la chingada”.
César durante el tiempo que pasó en la capital de la república en los cursos, no dejaba de pensar en su cabrón tío manoseando a Teresa. En fin, cuando terminó los cursos y empezó a manejar los asuntos monetarios de su tío, ya que éste no tenía ni la más mínima idea de computación, el capitán al ver lo útil que le era César dejó con dolor en su corazón en paz a Teresa.
El tío le dijo a César que no le daba ningún nombramiento en la policía, porque se mira mal el nepotismo, pero que no se preocupara porque le pagaría mucho más de lo que recibiría si estuviera en nómina y eso compensaba las prestaciones de los trabajadores sindicalizados, además no tenía que hacer declaraciones a Hacienda. César como vulgarmente se dice: “hizo de tripas corazón” y dada su situación económica aceptó y hasta le dio las gracias al tío.
César no se engañaba del peligro que corría, ya que en su cuenta del banco entraba mensualmente una gran cantidad de dinero, desde luego en caso de una investigación él sería el único perjudicado, ya que lo primero que investigarían sería su cuenta bancaria y la computadora (por cierto muy costosa, de última generación que César había comprado con dinero del tío, la factura estaba a nombre de César y la guardaba el tío) desde donde movía el dinero electrónico. Pensando en lo anterior, César tenía a la mano un disco duro interno extra, cargado con los programas necesarios para la corporación policiaca, pero libre de los programas de los bancos para hacer los traspasos, la idea era cambiar el disco duro de la computadora por éste en caso de que se llevara a cabo una auditoria, sin embargo el problema era que el cambio para que fuera funcional se llevaría dos horas, él practicaba este cambio para disminuir el tiempo. “Algo es algo —pensaba César— si de la cuenta bancaria no me escapo, cuando menos de la computadora sí, si tengo tiempo”.

Te sentirás contento, ahora que la vida te sonríe, querrás que tu antiguo jefe, tocayo tuyo, el cabrón coronel Antonio B. Gómez —nunca supiste que significaba la B que ponía en su nombre, a lo mejor era para hacerse el interesante pues era muy payaso—, viera tu prosperidad. Claro, desde el infierno donde de seguro está, debe de revolcarse al saberte tan próspero. Viejo desgraciado hizo tu vida de cuadritos en el ejército, cuando llegaste recién salido del Heroico Colegio Militar de subteniente de caballería, de pendejo y miedoso no te bajaba y sólo porque eras prudente en las horas de peligro. Por casualidad ascenderías a teniente y eso porque era política en el ejército de que a los dos años de salir del colegio ascender a teniente. Y en este grado te quedaste, siempre sin dinero y, te obligaron a retirarte aunque con el grado de capitán segundo para efectos de retiro, pero, con un pinche haber de retiro que no alcanzaba para nada.
Agradecerás al ejército toda la vida que te quede, por haberte puesto en contacto con los encargados de distribuir la droga en todos los lugares donde prestaste servicio, desde luego estaban en la categoría más ínfima del negocio, pero te enseñaron el movimiento.
Reconocerás con alegría tu buena suerte, al mismo tiempo que te quedaste viudo de una vieja insufrible —bueno, de joven estaba pasable pero de vieja se volvió insoportable—, encontraste a tu amigo de la infancia, el presidente municipal de Querétaro, que en recuerdo de los viejos tiempos te dio el nombramiento de jefe de la policía municipal.
El presidente municipal se sorprenderá al ver lo valiente y arriesgado que eres al tratar con los capos del narco, claro lo mejor era llegar a un acuerdo con ellos y todos contentos. Desde luego tendrá sus riesgos, pero vale la pena y no como en el ejército que te pedían que arriesgaras la vida a lo pendejo y sin provecho.
Te angustiarás al principio de tomar posición de tu puesto de jefe de la policía porque se necesitará el manejo de la tecnología a base de un sistema computarizado y tú no sabrás ni prender una computadora. Sin embargo tu inteligencia te ayudará y procederás a contratar y adiestrar al baboso de tu sobrino. Al principio le diste chamba más que por lástima, por lo buena que estaba su vieja —con tres meses de embarazo y esto provoca exceso de hormonas y se ponen más deseables—, pero los negocios son primero que las viejas, además hay muchas y es mejor tener al que se encarga de los movimientos bancarios contento y no escamado por que le quieren dar baje con la vieja.
Te felicitarás con el rumor que has esparcido, que tienes a tu sobrino sólo para los mandados y le pagas con escasas propinas, pues es una obligación que tienes con el sobrino de tu difunta esposa. No permitirás que nadie entre —ni tu secretaria particular—, a tu amplia oficina, donde pusiste lo que llamas “centro de cómputo” que ocupa un espacio pequeño lejos de la puerta, donde trabaja tu sobrino y tú lo supervisas, nadie debe darse cuenta de las movidas. Dirás que la prohibición para entrar es porque elaboras informes confidenciales muy delicados. Cuando César termina su labor, entonces entra en vigor tu política de “puertas abiertas” para todo aquél que necesite tus servicios sin discriminación alguna.
Maldecirás al puto cardiólogo que todo te prohíbe, sólo porque tuviste varios desvanecimientos en la oficina —por fortuna sólo tu sobrino se ha dado cuenta y es el que te ayuda—, el doctor te dirá que padeces una enfermedad coronaria y que los desvanecimientos fueron pequeños ataques cardíacos, que tienes tu colesterol muy elevado, lo mismo que los ácidos grasos aunado a tu sobrepeso de más de 30 kilos, que correrás el peligro de un infarto masivo y adiós, si no guardas reposo, te sometes a una dieta rigurosa y ya que estés en peso ideal, destaparte quirúrgicamente las coronarias o realizarte un Bypass. Te prohibirá el trabajo que cause stress, hacer corajes y llevarás si cumples las indicaciones médicas una vida de monje cartujo, sin tragos, viejas, ni desmadres.
Dejarás tu vida licenciosa por un momento, sin las bellas damas que siempre te acompañan y te sacrificarás al tener una dieta que te prescribirán, pero, dejar la grilla política ¡ni madres!
Vivirás este día, que no es idéntico a los demás, y tendrás un recuerdo agradable de él, pues es el día que presentarás tu renuncia como jefe de la policía, después de dos años de arduo trabajo, y aceptarás tu nombramiento como candidato a una diputación federal. Pensarás con beneplácito que ya de diputado tu vida será más tranquila pues te la pasaras dormitando en la cámara de diputados y cuidarás de tu salud. Desde luego desmantelarás el “centro de cómputo” y le darás unas vacaciones a tu sobrino. Pensarás que por lo pronto nada de movimientos, al cabo cuando tu amigo sea gobernador del estado las oportunidades de enriquecimiento serán infinitas y las habilidades de tu sobrino serán muy apreciadas.
Soñarás que después de gobernador, tu amigo podrá llegar a presidente de la república y, con su ascenso vendrá el tuyo. Soñar es la mejor medicina para tus males.

— ¡Pinches indios mal amansados! —Exclamó enojado el capitán Antonio—. No me dejaban salir de la comida hasta que me atiborré de chicharrones, carnitas, pulque de a madre y otros cabrones me dieron tequila.
—Pero a usted le hace daño esa comida —dijo César.
—De acuerdo, pero que quieres, tenía que estar en la comida, pues yo era el invitado principal. Me la ofreció la “Confederación Campesina” en apoyo a mi candidatura. Y estaba un pinche licenciadillo, qué naco el cabrón, no dejaba de chingar pidiéndome que lo apoyara en sus tranzas. ¡Puros corajes! ¿Por qué estás de güevón? ¿Ya hiciste los traspasos, recuerda que hoy es el último día?
—Hay que tener paciencia, sólo me falta un traspaso, por cierto a la cuenta de usted.
— ¡No me chingues! —Con voz ronca dijo el capitán, mientras se paseaba por la espaciosa oficina—, ese traspaso debió ser el primero. — El ya ex jefe de la policía, vio un balde lleno de agua, una escoba y un trapeador en una esquina del cuarto y explotó en ira—. ¡Me lleva la chingada, la pinche afanadora dejo sus trastos aquí, vieja trocha! De inmediato me la llamas para decirle sus verdades, ya que mi secretaria no está pues la cabrona anda barbeando al que va a ser su jefe.
—Sí señor, ya que acabe el traspaso voy por ella.
Las preocupaciones abrumaban al capitán, ya que tenía que entregar ese día la comandancia al nuevo jefe de la policía municipal, un cabrón sangrón que se creía mucho sólo porque era general retirado. Además los compromisos se amontonaban, tenía que acudir a una cena que le ofrecían los industriales. Seguía inquieto sin poderse sentar, cuando sintió la conocida punzada de dolor en el pecho, por lo que de inmediato se recostó en un sofá.
—Rápido dame la tableta —le dijo a su sobrino—, porque me está dando el soponcio.
César por fin había terminado en la computadora, cuando vio a su tío recostado en el sofá, sudoroso y con expresión de angustia en el rostro, de una manera maquinal agarró el frasco con las tabletas de nitroglicerina, para sacar una y ponérsela al enfermo debajo de la lengua, pero, sin saber el mismo el porqué, dejó el frasco con el medicamento y fue a recoger el trapeador y con delicadeza puso en la boca y nariz de su tío la parte de pábilo de algodón del instrumento y apretó con fuerza.
Cuando el capitán dejó de moverse y su alma estaba ya en el infierno, César pensó que tenía que trabajar rápido, dado que el personal de la corporación policiaca estaba ocupado en la entrega-recepción de la misma, y a la oficina nadie entraría, hasta que supuestamente el capitán hubiera acabado la elaboración de informes, calculó dos horas aproximadamente de tranquilidad para sus movimientos. Primero en la computadora se encargó de vaciar las cuentas que en Aruba tenían: el secretario general de gobierno, el presidente municipal y el cabrón de su tío y pasarlas a una que él había abierto en un banco de la República Dominicana, que también era un paraíso fiscal. Ya mañana cancelaria su cuenta de banco local. El traspaso no tardó mucho tiempo en hacerlo, venía la parte difícil: el cambio del disco duro de la computadora por el disco duro interno que él había preparado con anticipación. Era difícil, no por el procedimiento, sino por el tiempo que se llevaba para echar andar la computadora con el nuevo disco, por fortuna sólo le llevó hora y media.
César con cara de desconsuelo abrió la puerta de la oficina y gritó:
— ¡Ayuda por favor, a mi tío le acaba de dar una ataque cardiaco!
En la batahola que se armó, un verdadero desmadre, muchos entraron a la oficina más por curiosidad que por otra cosa, un policía que decía que era paramédico le dio respiración boca a boca al capitán. En el tumulto nadie se dio cuenta que César con un verdadero sentido de solidaridad a las clases inferiores, llevó la cubeta, la escoba y el trapeador (previa limpieza del mismo), al sitio donde lo dejaba la afanadora al terminar sus labores.

— ¿Cómo te fue en el trabajo? —Preguntó Tere.
—Pues fuera de la muerte del tío que ya se esperaba, recuerda que te conté que estaba muy enfermo del corazón, fue como un día cualquiera —respondió César.



Texto agregado el 28-04-2012, y leído por 269 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
28-04-2012 Debo reconocer que este cuento tan bien narrado se asemeja mucho a una realidad que deja en descubierto políticas para lograr objetivos de enriquecimientos. Muy bien logrado. Le felicito, escribe usted muy bien. Mi reconocimiento por ello. ******** cabanga
 
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