Escribes para poder respirar,
las palabras se llevan por un instante esos sentimientos que se aferran a la carne
dejando paso al aire renovado;
escribir no es la sentencia final de la derrota,
si no la lucha constante por vencer a los fantasmas del alma,
que al evocar la belleza se convierte irremediablemente en victoria.
Pero al final el artificio sólo es aplazamiento,
el aire se contamina igual con un esbozo sutil que con una pluma valiente
y vuelves a ahogarte en ti mismo,
a pactar con la agonía hasta que el corazón dice: ¡basta!
y ese latido urgente solo esconde el clamor de una nueva batalla...
...
y tu vuelves a escribir
(porque para afrontar este regalo tan poderoso y perverso se necesitan hermosas victorias).
Texto agregado el 28-04-2012, y leído por 96
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