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Tijuana BC. Abril 2012. Ya no recuerdo, apenas nada.
En un día como hoy, me enfrento a mis situaciones, me ratifico en mis deseos, me entrego a mis ilusiones, aparto melancolías, deshecho viejos recuerdos, olvido lo que no se olvida, renazco de mis cenizas, me proyecto en otra vida
Estoy frente al mar mientras el sol camina hacia el horizonte.
Las olas llegan hasta mí en un suspiro, un segundo de preocupación y súbitamente me golpean con violencia, me envuelven y vencen, me arrasan, consumen mi voluntad y mi mente, hasta convertirme en un palpitante cuerpo desgajado, y me dejan reducida a una especie de tronco a la deriva, de juguete roto y descarnado.
Todas mis grietas se inundan de esa espuma líquida, de ese fluido salobre, gélido de lo que parece caldo colmado del germen de la vida, sólo que conlleva también el impulso del abismo.
Primero llega la angustia, la resistencia exagerada, la lucha, el aturdimiento desesperado, la agonía por encontrar un átomo de oxígeno; aunque después triunfa la aceptación y la calma, el abandono, el apacible momento del reposo; y finalmente, perezosamente, me anega el olvido.
El aire es frío, aunque el sol de esta tarde es cálido, como una caricia, que me invita a quedarme.
La brisa silenciosa pasa de puntillas, rozándome la espalda con su mano helada.
Estoy sola y dejo que los sentidos marquen el camino.
Te destierro de mi mente, ocupo mis pensamientos, ya no me hiere no verte, puedo vivir sin quererte, no me molesta tu ausencia, no me duele el no tenerte, he aprendido a ser fuerte.
Las nubes, como la espuma, se levantan sobre las rocas lejanas sin ruido, silenciosas como una señal secreta.
Y la luz, es única y al tiempo se va muriendo suavemente, casi sin querer despedirse del todo.
Comprendo de pronto que estoy viviendo un momento especial y me relaja la idea de ser consciente, en este instante, de la vida y del tiempo.
He vivido otros atardeceres, todos han sido únicos y se han ido.
Cada día, cada hora, cada luz y cada sombra, pasan, despacio, sin ruido, de la retina a la memoria y al alma, sin prisas.
No hay nadie más que yo viviendo este instante.
Esta tarde es mía, resuelvo mi gran enigma, sin ti también hay futuro, sin ti, también existe la vida.
Y es irrepetible, nunca más habrá otra semejante.
Esta brisa y este calor, la nube que se extiende entre el mar y el cielo, jamás se repetirán.
Antes, en aquellos encuentros sin pasado y sin futuro, cuando aún estaba ahí, contigo.
Yo miraba al frente porque apenas me atrevía a mirarte a los ojos y entonces, cuando dejaba de examinar el más allá, me quedaba mirando tu nariz y tus labios y dejaba que me calaran tus palabras como la lluvia.
Ya no recuerdo, apenas nada, aparte de tu tristeza repentina y el llanto.
Y mi felicidad por sentirme la única persona en el mundo que vivía ese instante.
Tú nunca serás la misma persona, ya no, yo tampoco.
Todos los días son únicos, y yo, soy derrochadora de momentos.
Paso de largo sin querer detenerme o sin saber hacerlo.
Aunque en ocasiones consigo detenerme un momento, como esta tarde, y atrapar en mis manos el tiempo y beberlo sin prisa, a mi manera.
Verlo desaparecer, después, es tan sólo una tristeza… Inevitable.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde me consuela ahora, recordar momentos que tuve contigo y saber que entonces, por unos minutos, nadie más estuvo tan cerca del paraíso.
Andrea Guadalupe.

Texto agregado el 27-04-2012, y leído por 96 visitantes. (0 votos)


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