Se pierde inconsciente
entre la gente desconocida
que no ve, su ceguera es irreversible,
estira su sombra aun más para llegar
dejando un hueco en su razón,
que incomoda su silueta y su posición,
no comprende, ni podría hacerlo, que hay
un día de sol, una noche de verano.
No percibe su aspecto desolado
que se diluye en sus tiniebla oscuras,
es una pintura abstracta, dañina,
es una joya descolorida, y en desuso,
un tesoro sin dueño ni papeles,
una flor sin pétalos ni perfume,
una canción sin nombre, sin amor.
Pero sigue allí, revuelta y sucia,
sigue aferrada a su banco de papel,
la pantalla la absorbe perdiéndola
entre los colores indecorosos,
ya está ausente, desentendida,
el bullicio es un silencio absurdo
que la conmueve a seguir allí,
encajada en la niebla verde putrefacta.
Sin que la asista su interior ausente,
sentada manipula su vida desordenadamente,
ocasionalmente tose, mira sin ver,
escucha sin comprender su propia voz,
esta tan oscura su voluntad, que se destiñe
como una muñeca de paja y cartón.
Que le salen alas entre los brazos,
que le brotan perlas en la frente,
pero su rostro disimula el color de su piel.
Su alma se identifica para cuidar de ella
y juntas son una sola interpretación,
un concierto sin música, sin sonido,
las lágrimas del ser fluyen sin saberlo,
deja correr sus aguas secándolas con su dorso,
sus alas comienzan a extenderse
quiere volar entre el enjambre de seres,
se hace imposible su huida, no tiene pista,
ni aire ni amor, para cuidar su alma.
Se deshace en fragor de la tarde para escapar
entre las sombras de otros iguales,
desapareciendo deja una huella gigante...
su esencia es un hilo que se pierde en su búsqueda.
MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI.
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