Las límpidas gotas marcan surcos en el cristal de mi ventana,
Arrastran consigo minúsculas partículas de polvo acumulado,
Veo el jardín, a lo lejos, no se ve el rocío de la mañana,
Esta lluvia parece ser el llanto del mundo, ya harto, saturado.

Pobre vieja Gaia, abrumada por el peso de los males,
Pobre Tierra, nosotros, sus hijos la estamos destruyendo,
No somos más que pequeños serecillos banales,
Que vivimos tan solo por vivir y para salir huyendo.

Huimos de la verdad, de lo bueno de lo cierto y sincero,
Corremos hacia la nada, solo en busca del placer,
De lo efímero, de lo impuro y sobre todo, del dinero.
Es nuestra naturaleza, no podemos nada hacer.

El hombre mata por placer, destruye por afición,
Acaba con sus iguales, llevado por la avaricia,
Por la lujuria, por el poder y sobretodo, la ambición.
Y hasta ahora la Tierra nos acoge, cuida y acaricia.

Mas llegara el día en que nuestra Tierra ya cansada,
No soporte más a esta raza sin esperanza ni ilusión,
Levante sus mares, agite sus vientos y cual bofetada,
Nos acabe en ese, tan esperado, día del Armagedón.