¿Quien sabe si por un golpe de vida, toda la gente que conozco hoy, pasará al recuerdo o al olvido. Los Pérez y los González, las Marías y los Pedro, darán paso a otros nombres y otros apellidos, con distintos rostros y matices?
Ya me ha ocurrido muchas veces que tinglados enteros de personas se han deshecho en el viento, han sido absorbidos por el pasado y han surgido personajes con los cuales he tenido afinidades y hasta complicidades. Pero, todos han desaparecido después tras una ventisca repentina de tiempo.
A pesar de todo, cuesta crear nuevos lazos en un mundo en donde impera la desconfianza, en donde cada ser es una ínsula replegada en sí misma que teme ser abordada por buitres y coyotes, por roedores con apariencia de buenos samaritanos y por áspides vestidas de doncellas.
Quien sabe. A lo mejor, o a lo peor, ya comienza a borronearse la gente con la que convivo, se inicia el proceso que los hace inciertos, se hace la noche y tal vez mañana esté yo en nuevos parajes.
Nadie sabe nada en esta tierra, ni ella misma que también es una incertidumbre de dunas y bosques desmembrados. Antes que se le ocurra sacudirse el lomo y desbancarnos a todos de una buena vez por todas, presumo que nuevos seres, con distintos nombres y rostros, aún aparecerán en mi futuro, para alegrarme la existencia o para sumirme en una inmensa desazón. Después de todo, eso es lo que aguarda uno de la vida, ¿no?
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