Tijuana BC. Abril 2012. Gemidos mentirosos, chantajistas…
Mientras que la luna espera ansiosa la llegada de su amante imposible, su diálogo inexistente, el beso de su luz, el calor helado de sus brazos, el roce de su fuego.
Mil historias con un punto final y otras mil y una con un punto y seguido causan mi ultimo suspiro, el primer compas de la travesía sin destino de mis sentimientos; mientras que la noche espera el nacimiento de su muerte, mientras que el amanecer espera la muerte de su día, mi vida, mis miedos, mis palabras, mi rutina llega a tus oídos con este boceto de mis días y con las palabras escritas por mi voz.
Cuando tus pupilas se deslizan con la lenta caída de la lluvia, mis manos derriten el tiempo.
Cuando tus labios ordenan a mil mariposas que emprendan su vuelo a causa de un beso mi voz se funde con una melodía.
Cuando tu sonrisa se dibuja al escuchar un fragmento de mí, una parte de mi sueño se convierte en realidad, una parte de mi prosa por escribir se representa en este gran teatro que es la vida y en esta pequeña sala, junto a la luz de una lámpara, en mi rincón existencial.
He despertado en mitad de la cama y, con los ojos aún cerrados, he visto que ya no estabas, te has ido.
La cama está fría por ambos lados y sin abrir los ojos decido no moverme.
Aún percibo tu calor, ya extinguido, en los pliegues de las sábanas que me envuelven dulcemente, como dándome el abrazo que necesito al comprender tu ausencia.
Aún tengo los ojos cerrados, aunque mi mente ya se remonta, me conoce y me seda con recuerdos que, mecen mi alma y mi mente, dulce, suavemente, para que no sufra al abrir los ojos y me encuentre con la frialdad de tu ausencia.
Mis ojos aún están cerrados, retrasando el momento de enfrentarme al vacío de tu imagen, la distancia de tu cuerpo, el desierto de tu ausencia.
Doy media vuelta y me topo con tu olor extendido e impregnado por toda la cama.
Este olor que me marea, que me duerme, me despierta, me calma y me excita, que me llena y me recorre, desde la nariz hasta el último poro de mi piel.
No abro los ojos, sólo que la angustia se aproxima, ganando terreno por los laberintos de mi subconsciente, haciendo próximo el momento en el que he de enfrentarme a la cama sin ti. Aún hay tiempo para rehuir el vacío y la tristeza; la pereza de enfrentarme desolada al nuevo día, al solitario despertar; así que me abrazo a la almohada y, hundiendo en ella la cabeza me lleno de todo tu olor, aspirando profundamente, casi como si se tratara de la última vez.
Y tu olor me transporta lejos, muy lejanamente, aún a la cama, la misma cama, y en ella estás tú.
No tengo frío, sueño, hambre, ni sed; sólo te tengo a ti, es suficiente; la cama está llena y no necesito sábanas, porque eres tú quien me abraza y me protege del frío.
No necesito tu olor, porque me cubres y me impregnas dejando, poco a poco, grabadas las huellas de tu aroma en mi mente.
No necesito agua, porque tu cuerpo, húmedo de sudor, calma y apaga mi sed.
No necesito nada, sólo a ti, aunque la claridad me devuelve de nuevo a la cama vacía y, a pesar de tener los ojos cerrados, cada vez soy más consciente de la solitaria y ruinosa realidad.
No abro los ojos; no quiero, no quiero.
No quiero que el sueño termine, no quiero enfrentarme a la realidad de esta cama inmensa y tan fría sin ti.
Si pudiera, ahora mismo intentaría besarte.
Intentaría conquistarte, ahora que de mi brotan los sonidos del sexo, gemidos de mujer, Gemidos salvajes, que vienen a este mundo teniendo bajo su piel, pelaje de animal, que son las respuestas a su hermana la caricia.
Gemidos mudos, que guardo bajo llave, sólo para mi pareja, sólo para ella.
También surgen gemidos de queja, de dolores placenteros que huyen con miedo de ser descubiertos.
Gemidos temerosos, de insolencia maldita, de cansancio de amor, de sentimientos perdidos por falta de amor.
Gemidos del llanto aquel que vive en mi corazón de mujer enamorada: deseo y amor, deseo y amor, deseo y amor.....Y en el sonido de todos mis gemidos, existe una razón y una cuestión…Pregunta y duda, duda y pregunta.
La voz, las palabras del idioma del sexo, que sólo entiende el deseo y que para no decir nada casi siempre vive en silencio.
Gemidos tristes, secuestrados de emociones que no valen para hacer el amor, ya que su dueña no está nunca ahí.
Gemidos dictatoriales, esos con mandato y orden de ejecución.
Gemidos de mujer, sólo que, no te dejes engañar por mí, soy una ilusión de lo que realmente buscas, se te pasará.
Pronto dejarás de verme y me iré haciendo sitio entre tus recuerdos.
Sé que no va a venir nunca más, sé que además es lo mejor.
Aún así no dejo de pensar, a veces, en que por la noche llamas tímidamente a mi puerta.
Entonces yo abro dormida y estás ahí…entre gemidos mentirosos, chantajistas, simples, que hacen de un momento verdadero simple representación.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde vive en mi mente el momento en que coincidimos y el mundo fue nuestro, y fue perfecto.
Andrea Guadalupe.
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