En lo profundo de esta sociedad de superficie calma y organizada, aparentemente candidata a un porvenir armonioso, hay encadenado en la oscuridad, muy escondido entre las tantas cosas que supongo forman su núcleo, un ser viviente en continua e inarmoniosa agitación y rojo de furia. El origen de esta furia escapa a la memoria y solamente puede darnos preguntas; ¿Esa ira es resultado de un encierro injusto? ¿El encierro fue la única manera de parar esa ira, aunque la haga crecer cada vez más? ¿Quiénes de nosotros tenemos la culpa, si es que alguien la tiene? ¿Siempre existió? Y muchas más supongo; es lo mismo igual, más allá de ser un ejercicio interesante para la imaginación, nada puede responder al sentimiento de ver claramente a este ser vivo hirviendo y a punto de romper las cadenas, aunque solo sea por un espacio de algunos segundos. Podían pasar décadas sin haber tenido o recordado esas imágenes, entre tantas, lo que demuestra que aparentemente la paz predomina, aún si es colgando de un hilo. Parece como si nos aliviara el olvido a todos, menos a este elemento que no parece tener otra cosa que ira y fuerza en crecimiento. Sin origen recordable.