A ti Madre
Por ti, sé de dónde vengo y dónde estoy,
me diste raíces,
rostro,
voz,
enseñaste cómo tener fortaleza
a reír junto al sol y
a secarme las lágrimas.
Cuando tus vidas crecían en medio de tormentas,
nunca falto esperanza en tu mirada
más siempre bregaste,
sin detenerte frente al destino,
persiguiendo lo mejor para tu linaje.
Cómo olvidar las historias de tu Ayabaca,
narradas con tanto amor y devoción
dónde árboles, ríos, garbanzos
eran aliados y confidentes de tus travesuras.
Esos paisajes,
que pinte en mi memoria de niña,
forjaron el valor a la madre tierra,
el amar lo sencillo y
entender la simpleza de la sabiduría.
Ahora tienes cabellos plateados,
pecas y surcos en tu rostro,
pero tus ojos brillan junto a tu eterna sonrisa.
Tienes el andar pausado, cansado
con mirada lejana, añorando recuerdos
pero con manos tendidas para halagarnos.
¡Madre! va en estas letras
mi inmenso amor a mi fuente de vida.
|