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Estuvo encerrado por más de diez años en su habitación. Todas las mañanas, apenas abría sus ojos, se inclinaba frente al crucifico a los pies de su cama a suplicar el perdón de Dios.
Agustín no dormía, la imagen de aquel cadáver retornaba una y otra vez a su mente, la vigilia era constante, el sentimiento de culpa se apoderaba de él.
Había escuchado en un programa de televisión que tal sentimiento provocaba cáncer, pero no lo creyó, acusaba a su alimentación, por el desarrollo de tan desgraciada enfermedad.
A quinientos kilómetros de donde se encuentra postrado Agustín, vive Pablo, coronel retirado del ejército de Chile, feliz por la vida, descansa junto a sus seres queridos bajo la armonía y tranquilidad que entrega la naturaleza.
Pablo no recuerda el día ni la hora en que ordenó a Agustín fusilar a aquella mujer.
Agustín recuerda como si fuera ayer el día y la hora en que Pablo ordenó fusilar a aquella mujer.
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Texto agregado el 21-04-2012, y leído por 220
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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22-04-2012 |
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Buena reflexion.Si se tiene conciencia el cancer del alma el mas dificil de curar,pues la mente es un juez implacable. Rocxy |
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21-04-2012 |
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Buen texto. Me recordó la eterna disputa en criminología: ¿El asesino nace o se hace?
Y como valor agregado, este texto mueve a la reflexión a partir de la pregunta: ¿El cáncer, castigo divino o simple somatismo? sagitarion |
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