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Tijuana BC, Abril2012. Dedos que surcan, que se mueven sobre la piel…
Hoy, pienso y me recreo en las caricias, las caricias que me hacen enloquecer, aquellas que deben ser leves, apenas notarse, deslizándose sobre mi epidermis dejando detrás un conjunto de sensaciones, sin que apenas las yemas de los dedos rocen la superficie sobre la cual se deslizan.
Porque, las caricias son ofrendas, que intercambiamos en esa preparación que nos habrá de llevar, con que daremos el primer paso en un viaje a través del erotismo…Los dedos, la húmeda lengua son sencillamente instrumentos que, si bien cumplen otras funciones forman parte de nuestra sexualidad, a medida que comprendemos este principio, avanzamos en el conocimiento de lo que podemos hacer con esos sencillo y en ocasiones poco valorados instrumentos.
Herramientas que tientan, que palpan, que alcanzan los más disimulados rincones de nuestra humana anatomía, que nos ayudan, que dan cuerpo a nuestras más inspiradas ensoñaciones sexuales.
Diez dedos, que pueden ser hábiles exploradores, capaces de llegar al interior de cualquier cavidad, de atrapar con fuerza, con suavidad, palpando o apreciando.
Dedos que surcan, que se mueven sobre la piel, trazando rutas imposibles… la lengua en su perfecta humedad, se desliza a su vez, sintiendo, percibiendo el sabor, tenue que tiene la piel humana de ciertas zonas ocultas, cavidades que se convierten en territorio virgen por el cual dejar que la saliva que baña ese músculo se derrame.
No hay sensación mas erótica que la de una lengua que explora el oído del amante, o la de la que se sumerge en aquellas otras cavidades cuya intimidad, ninguna otra lengua antes había profanado.
Acariciar es regalar un caudal inagotable de sensaciones inenarrables, quien recibe la caricia, goza, aunque a su vez también lo hace quien la concede, quien entrega la liviana caricia, la que apenas si deja mayor impresión sobre la piel que la sensación de liviandad que deja el roce del viento.
Dejar que un dedo se deslice sobre la espalda trazando en su centro una línea que lo cruce de norte a sur, que llegue a sus glúteos y allí comience a explorar, a recorrer un camino sin retorno, cuyo fin es tal vez abrir territorios vírgenes, quizás sendas mil veces recorridas, surcar una línea que viaje por sus muslos, que caiga entre ambas piernas y girando el cuerpo que se nos ofrece a nuestra insaciable curiosidad, alimentar nuestra sexualidad, al hallar ante nuestra lengua juguetona el objeto que nos hace perder la cabeza…
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde divago en compartir mis secretos y mis suspiros, aunque, hay una cosa que te debo decir, no es nada fácil, estar tan lejos de ti.
Andrea Guadalupe

Texto agregado el 20-04-2012, y leído por 110 visitantes. (0 votos)


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