(Recuerdos de cómo viví y sufrí
el golpe militar en Chile.
Cortos relatos-reflexiones. Nº 4)
Con mi jefe laboral y amigo Julio Salinas fuimos llevados al centro de detención de presos políticos, en Tejas Verdes, al lado sur del Puerto de San Antonio, en Chile.
Por si me lee algún chileno y viaja por esos lados: antes de pasar el puente desde Tejas Verdes a Santo Domingo, al lado izquierdo hay un bajo de aproximadamente media hectárea. Desde el mismo puente se divisa también el lugar. Pero también era delito ponerse a mirar desde allí. Había que ignorar que existía ese sitio.
Lo primero que vi fue una carpa, con un perro grande atado junto a ella. Nos recibió un militar, un sargento, según el mismo lo declarara posteriormente, porque yo no soy experto en grados militares ni en jinetas.
Había allanado mi domicilio y encontrado dos libros que les llamó la atención: Uno, que no había siquiera abierto sobre la Unión soviética. Pero, no a favor de ella sino con un juicio muy crítico, según me dijo quien me lo prestó. El otro, “Diálogos entre cristianos y marxistas”, en Italia, si mal no recuerdo.
El sargento me interrogó:
- ¿Por qué tenía usted esos libros marxistas?
Le respondí:
- Son libros que en cualquier librero de sacerdotes o de personas que les gusta leer pueden estar.
- Pero, “¿Cómo es posible!, cuando ni yo, que soy sargento, leo esas cosas?
Ante tan contundente y lógico argumento, y pillada “in fragrante” de tal delito en que había yo incurrido, quedé tan sorprendido que, sinceramente no supe responder.
¡Sí, pues!
¡Cuando ni él, que era nada menos que un sargento, leía esas cosas tan deleznables!
Pensé: de haber sido pornografía talvez no le habría importado y los habría gozado con fruición.
¡Como para que lo fusilen a uno! ¿No les parece?
(Continuará con “Campo de Concentración”, Nº 5)
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