Tu libertad es un pájaro
que vuela a la ligera.
Vendiste tus alas, que yo sepa,
una vez en Miami
y otra más en Buzios.
No debías ir por el mundo,
menos aún como lo haces,
con un trozo de pan.
No es flemático te he dicho,
y yo sabía que reirías.
Amanece en tu urbe oculta,
y estalla rotundo tu no,
de los labios hacia afuera,
con los deseos fervientes
de un reanuda… y quédate.
Y te vuelves grillo sonoro,
strip de vídeo casero,
soñadora tras una máscara,
cardenal de copete rojo,
ultimátum al corazón,
significado incomprensible
de ese “siempre estaré”,
con que te sigo esperando.