Conflictos familiares
Querida tía:
¡Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que nos vimos! ¿Así que todavía recuerda a aquel niño malhumorado y tímido? Siempre pensé que usted era una mujer muy observadora, y provista de buena memoria, además. Le respondo a su pregunta: he cambiado mucho; soy un hombre que no le teme a nada.
Fui testigo de muchos de los agravios que recibió por parte de mis padres. Y le digo que jamás voy a olvidar las discusiones que soporté durante mi tierna infancia. Entonces, ¿usted al final se quedó con las joyas? Era lógico, le correspondían. ¿Acaso no se ocupó de cuidar a la abuela hasta sus últimos momentos?
Recibí su carta. Me la alcanzaron unos amigos (no vivo más en esa casa). La vida allí se tornó imposible después de que usted se marchó. Y no crea que fue la única que soportó agresiones. A mí me perseguían; creo que espiaban todos mis movimientos. Se metían en mis asuntos. Jamás hubo paz en esa casa, se lo aseguro.
Nada me haría más feliz que poder ir a buscarla al aeropuerto, pero me lo impiden razones de fuerza mayor. Igual no tiene de qué preocuparse; alguno de mis amigos lo hará por mí.
Estuve pensando en lo que opina acerca de las mascotas; los animales tampoco son de mi agrado. Pero la verdad es que nada le puedo responder sobre ese tema, porque hace rato que no paso por casa. Tal vez haya algún bicho, no quiero mentirle. Me está resultando complicado controlar ciertas situaciones desde aquí.
Entiendo perfectamente lo que dice de las comidas. Yo tuve que acostumbrarme a platos poco apetitosos. Dulces, pruebo sólo de vez en cuando. Son nimiedades. Seguramente nos pondremos de acuerdo, en cuanto consiga resolver algunas cuestiones que me están reteniendo lejos del lugar.
Los asuntos del aseo son aspectos muy personales; mi opinión carece de importancia. Pero eso sí, le pido que no se olvide de traer las joyas. ¿Sabe qué pasa? Tengo unas deudas de juego, y los muchachos están impacientes. No me gustaría que se la tomaran con usted. Ahora ya saben de su existencia, y también conocen la dirección de su casa. Por la carta, ¿entiende? Ellos también la leyeron.
Ah!, me olvidaba. ¿Necesita una habitación cómoda para usted sola? No hay ningún problema. En realidad, la vivienda está a su entera disposición.
Como bien menciona en su misiva, yo era un niño callado y conflictivo. Tal vez en aquellos días, comenzó a gestarse mi personalidad. ¿Quién puede saberlo? Muchos opinan que soy bastante agresivo, puede ser. Reconozco que cuando me molestan, reacciono en forma algo violenta.
Bueno. Demás está decir que puede ocupar la casa cuando quiera. Desde hace muchos años, se encuentra desocupada. Le cedo mi habitación, para que esté más cómoda. No creo que en la de mis padres logre sentirse a gusto. Venga a visitarme de vez en cuando, así le cuento más detalles. En pocos meses obtendré mi libertad condicional. Compartiremos momentos encantadores cuando salga; estoy seguro. Y quédese tranquila; los que la criticaban, no van a molestar más a nadie.
|