Y aquella opción de vincular la cuenta de esa red social al comprar el billete para Pekín solo cobraría sentido cuando descubrió, sentado a su lado y sonriente a aquel chico tan mono con el que había coincidido en la cola de facturación, la sala de espera y en la jardinera. Él pareció no percatarse de su presencia ni si siquiera cuando ella le miró fijamente las manos. Pero cuando el piloto anunció que sobrevolaban el ártico y ella sacó su libro de textos periodísticos de García Márquez, él comentó que el relato sobre el presidente americano en Suiza era de lo más gracioso que había leído últimamente. Para cuando terminó la cursi película para el avión, casi nadie pudo entender la declaración de amor de los protagonistas eclipsados por las risas que a ella le provocó el juego de palabras de él. Al final él no le pidió el teléfono y ella tampoco lo esperaba, pero siempre se preguntaron qué podría haber pasado si en lugar de estar cada uno en un extremo del avión, hubieran activado la sincronización con esa red social al comprar el billete.