Hemos pasado por eso alguna vez lo admitamos o no. Quizás pase inadvertido o quizás sea tan significativo que llega a albergarse en nuestras memorias y perpetuarse como tema de una dulce anécdota. Esas dulces miradas que agitan nuestro corazón y hielan la sangre. Caminas por una avenida distraido y tus ojos
se detienen en los de un ángel que te mira con ternura. Entonces deseas con todas tus fuerzas vencer el miedo, salir de tu círculo de seguridad y
preguntarle: ¿cómo te llamas?¿cuál es tu número telefónico?¿cuál es tu e-mail? Pero el miedo puede más que la molesta agitación de mariposas en la panza. Te arrepientes toda una vida culpa de tu cobardía. Pero ¡vamos! Esta es la clase de situaciones que ayudan a nuestro corazón a cultivarse, crecer y consolidar la persona que llegaremos a ser alguna vez. Soy un muchacho que ha dejado atrás las miradas de ángel que para mi privilegio se han posado en mi, pero
valientemente procuro mirar hacia adelante sin miedo, confiado en que la vida depara la absoluta epifanía, el amor verdadero que Shrek y Fiona hallaron el uno en el otro, el definitivo. Mientras tanto, sonríe, sé feliz y cumple tus sueños. Me despido.