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Inicio / Cuenteros Locales / sayari / José María Arguedas, el Cusco y los cusqueños. Parte III

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III.- Sus lazos con el Cusco.



Después de su partida de Sicuani, su relación con el Cusco es revestida con el curso que le corresponde a la distancia; sin embargo, desde esa ubicación se mantiene constante hasta sus últimos años. En medio de sus tareas docentes y dificultades anímicas, mantiene estrecho contacto epistolar con sus colegas y amigos cusqueños y realiza cortas visitas profesionales. En el Ministerio trabaja bajo las órdenes de Emilio Barrantes, director de la reforma de Planes de Educación Secundaria; pero, en noviembre de 1942 deja esta labor decepcionado por el trabajo burocrático, la limitada trascendencia de los planes allí ejecutados, antagonismos gratuitos, celos y rivalidades. En general, sus ideas no tienen la acogida que él esperaba y merecían. Continúa su labor docente iniciada en Sicuani enseñando en el Colegio Nacional Alfonso Ugarte. Es bajo estas circunstancias que enfrenta su primera crisis depresiva; originada por el trabajo intenso, intrigas de los colegas, sus bajos ingresos, las dificultades que encuentra en las aulas excesivamente politizadas, para su gusto. Todo este conjunto de circunstancias actúan sobre un ánimo que contiene dolencias síquicas de la infancia. Consulta, por primera vez, a un especialista: el psiquiatra Enrique Encinas. Intenta retornar a las aulas sanmarquinas para seguir cursos de pedagogía, propósito que abandona por falta de tiempo. Todo este conjunto de contrariedades le hacen abandonar sus tareas literarias y se enfrasca en construir una economía familiar suficiente y reencontrar la paz y la tranquilidad que le permita escribir. Su ánimo depresivo y agotado se percibe en carta inédita, 1944, que le escribe a Humberto Vidal: Le agradezco mucho por el envío de la revista Pedagogía…Empecé por leer su artículo…Quisiera hablarle largamente este asunto, pero sigo un poco fatigado…

El 1945 se inscribe en el recientemente fundado Instituto de Etnología de San Marcos, creado durante la gestión de Luis E. Valcárcel como Ministro de Educación. En marzo de 1947 es nombrado Conservador General del Folklore en el Ministerio de Educación, e ingresa a trabajar en la Dirección de Educación Artística y Extensión Cultural; allí Francisco Izquierdo Ríos era jefe de la Sección de Folklore y Artes Populares. Con él colabora en la primera encuesta magisterial de folklore y ambos publican Mitos, leyendas y cuentos peruanos.

Miembro y secretario del Comité Interamericano de Folklore, con sede en Perú, que preside el Dr. Luis E. Valcárcel desde 1948 a 1964. En marzo de 1949 el gobierno, influenciado por el Partido Aprista, le atribuye militancia comunista y es declarado excedente en el magisterio.

Del Cusco ha conservado investigaciones etnológicas, recopilaciones del folklore que irá publicando de manera sostenida en los años siguientes Prosigue la relación con los artesanos cusqueños que proveían de obras a su cuñada Alicia. Ella mostraba su colección de arte popular en la peña Pancho Fierro. Es a través de estos contactos que los imagineros Georgina e Hilario Mendívil exhiben sus obras en este local.

Como puede verse la productividad y estado emocional conseguido en Sicuani, no volverá a repetirse. En 1944, se toma en los baños termales de Churín unos días descanso que alivie sus tensiones; desde allí le dice a Celia: Mucho te extraño y te quiero, pero sufro mucho cuando pienso que no te cuidas bien, para sanar y poder vivir tranquilos como en Sicuani…

En octubre de 1941 escribe El nuevo sentido histórico del Cusco. Aquí señala: En esa luz, las calles incas, estrechas, duras y clavadas en la tierra como las rocas perpendiculares de granito, y su remate de balcones gráciles y castizos, se funden con humana armonía; lo inca y lo castellano con profunda sed, en indisoluble y apasionada unidad estética; las cúpulas y las torres con los muros indios, los escudos blasonados con la piedra imperial donde fueron esculpidos…Los peruanos de hoy pueden encontrar en el Cusco que también lo indio es su estirpe. Luz, calles incas, estrechas, duras y clavadas en la tierra que seguramente recorrió con Celia; conociendo la ciudad, buscando las huellas de su padre y tocando las puertas de artesanos en San Blas, visitando a algún amigo académico o militante, o simplemente recorriendo emocionado sus espacios públicos como lo haría más adelante en otras capitales del mundo.

En 1946 le encargan la elaboración de un libro sobre la ciudad. Le comenta a su hermano Arístides: Acabo de entregar un pequeño libro sobre el Cuzco, para la Corporación de Turismo; he trabajado intensamente en este ensayo; lo he escrito con el más grande entusiasmo: es una historia de la cultura del Perú a través de la historia del Cuzco. Se trataba del folleto Cuzco. Para esa época el movimiento cultural que desarrollaron sus amigos cusqueños, había generado una influencia intelectual de importancia nacional. Hallamos en el grupo al poeta Kilko Waraka, los antropólogos Oscar Núñez del Prado, Víctor Navarro del Águila. También Gabriel Escobar, Manuel Chávez Ballón, Efraín Morote Best, Mario Gilt, Josafat Roel Pineda junto a Humberto Vidal Unda, Rafael Aguilar, Oswaldo Baca Mendoza, el sacerdote Jorge A. Lira. Precisamente junto a Roel, y Vidal, participa en el diseño del primer guión de la fiesta del Inti Raymi, festividad creada por Humberto Vidal Unda. Para esta labor se forma una comisión formada por Manuel Chávez Ballón, Oscar Núñez del Prado, Josafat Roel Pineda, Andrés Alencastre y Juan Bravo. Consultan obras de los cronistas que tratan el tema que les permite diseñar el itinerario de la ceremonia, e inclusive el vestuario y el fondo musical. Es la época que Tamayo Herrera llama de los epígonos del indigenismo; continuadores de las huellas dejadas por la célebre Escuela Cusqueña y por la Generación de 1927. Por esos años, tuvieron que enfrentar la acción de nuevos partidos políticos como el APRA y el PC que transforman el contenido y la orientación de la lucha política.

En 1947, de acuerdo a Matos Mar, Arguedas pudo dedicarse con gran apoyo y libertad a la investigación folklórica por el entusiasmo y estimulo que le otorga el entonces ministro de Educación, Luis E. Valcárcel, quien lo nombró Conservador General de Folklore, dependencia de la Dirección de Educación Artística y Extensión Cultural.

En 1948 publica: La literatura quechua en el Perú, en la que da cuenta de la traducción de algunos himnos de la colección cuzqueña del padre Jorge A. Lira. Accedió al material durante su estadía en Sicuani. Señala que el conjunto de himnos, oraciones y parábolas quechuas católicos pertenecen a la literatura quechua con tanta propiedad como los cantos y mitos folklóricos. Un año después publica Canciones y cuentos del pueblo quechua, con melodías recopiladas por el mismo padre Lira y que pertenecen al folklore de los departamentos de Cusco, Apurímac y Ayacucho. Señala Arguedas en la presentación: Por circunstancias particularísimas y felices; pudo él, como párroco de Marangani, hacer, durante varios años una recopilación folklórica de carácter monográfico profundo de la región del alto Vilcanota. Estos departamentos constituyeron en la antigüedad el centro de difusión de la cultura quechua;… en ninguna otra región es más densa y profunda la supervivencia de la antigua cultura peruana. Sobre los cuentos señala que fueron también recogidos por el mismo padre Lira…de boca de los indios del Distrito de Maranganí, palabra a palabra, con rigurosa fidelidad. La traducción posterior de los 17 cuentos de la colección la ejecutó Arguedas en compañía del propio padre Lira,...Seguimos lo que podríamos llamar el método oral. El padre Lira leía en voz alta, como quien relata el cuento, y yo traducía, con la mayor exactitud posible. Este interés por la recuperación de la literatura oral se convirtió en la principal preocupación de sus últimos años y motivo de muchos desencuentros y sinsabores. Esta cercana relación con Lira se resquebraja cuando el padre en su publicación Canto de amor omite los términos en español por su purista afán de conservar inamovible la cultura y el habla quechua. Arguedas escribe un artículo para el El Comercio en 1956, que el padre Lira responde en réplica que titula “Fanatismo indigenista o fanatismo folklorista”No sabemos si esta amistad forjada en años y en torno a intereses compartidos se rehabilitó posteriormente.

Retornó al Cusco en 1951, poco después del terremoto que afectó fuertemente a la ciudad. Su hermano Pedro se ha mudado al Cusco y Arguedas, como jefe de la sección Folclore, Bellas Artes y Despacho de la Dirección de Educación Artística, le encargan la reorganización de la Escuela Regional de Bellas Artes y de la instalación de la Escuela de Música. Labores que seguramente comparte con el pintor cusqueño, Mariano Fuentes Lira, que por entonces retorna de su exilio boliviano. Le dice a su hermano Arístides: Me dieron el plazo de cinco días para cumplir la tarea; pero felizmente, está resultó mucho más complicada de lo que parecía y me quedé dieciocho días... Se congratula de la extensión de su estadía, signo del bienestar que sentía en la ciudad. No sabes con cuánto entusiasmo y afecto me recibieron los intelectuales cuzqueños. Di una charla en la universidad y cumplí mi tarea con buen éxito. Ahora las dos escuelas trabajan activamente y cumplen un papel muy útil para el Cuzco. En esos días pensé mucho en nuestro sacrificado viejo. Todavía quedan gentes que lo conocieron y lo recuerdan. Fue para mí esa estadía como una especie de reivindicación de nuestro querido y tan constantemente desventurado padre. Le hice quedar bien. Le comenta el encuentro con su hermano: Pedrito está muy bien, trabajando, como ya sabes, en la Caja de Depósitos. Sus jefes lo estiman y es lo más probable que siga ascendiendo. Se siente mucho mejor de salud, pues tenía y tiene aún, tantos achaques como yo, pero le han dejado muchos otros males, creo que un tanto imaginarios y producto de excesiva aprensión, lo cual es, igualmente, algo mayor que la mía. ¿Hemos heredado del viejo ese lado flaco? Como se observa, diecinueve años después de muerto, la imagen de su padre continúa lozana en sus recuerdos. Es probable que recorriera con amigos y colegas la ciudad que él conocía vasta y profundamente y que se hallaba afectada por el terremoto. Señala: No está la ciudad tan totalmente destruida como me dijeron los amigos que estuvieron en el Cuzco a poco del terremoto…El comercio se ha hecho mucho más activo y parece que todo el movimiento de la ciudad seguirá aumentando…En los años posteriores, como veremos, mantendría con ellos nutrida correspondencia.

En carta posterior, de 1953, notifica a Arístides con brevedad que su hermano Pedro: …se casa en el Cuzco. Escríbele a la Caja de Depósitos. Anotaciones y gestos que nos hacen entender su papel como una especie de argamasa espiritual que construye y sostiene el tejido familiar.
José María ve a sus hermanos como expresiones representativas de su padre, como si en ellos quisiera corporizar al padre que nunca pudo tener a plenitud. Le dice a Nelly, 1965: Por eso Pedro es como el pan, tiene la expresión casi infantil de nuestro padre. Frecuentó a Pedro en sus visitas al Cusco; se hospedó en la casa familiar en el barrio de Santiago y estuvo cerca de sus dos sobrinos, hijos de Pedro. Porque Arguedas, a la muerte del padre, se irguió como Padre, eje vertebrador de la familia. A pocas semanas de la muerte de José María, Pedro le escribe a su hermana Nelly desde el Cusco: Como tú comprenderás no todo es ventura en esta vida y es el caso que no dejamos de lamentar siempre y estar con la pena de la desaparición de nuestro querido hermano José María. Observamos la profunda articulación familiar que logró imbricar José María y mucho más notorio si lo observamos a través de los sentimientos que le prodiga a un hermano separado muy temprano del núcleo familiar y residente lejano. La misma Nelly en 1994, expresa, reconociendo estos valores: Soy una privilegiada, pues a pesar de que hemos sido varios hermanos, no sé porque motivo parece que en mi corazón fuera el único. El testimonio de su sobrino Juan Ochoa, 1994, que recuerda: …cuánto nos ha apoyado para que nos unamos en nuestra casa, en nuestra familia, siendo él una persona ausente…, debe ser extendido al Perú. ¡Cuánto nos ayuda Arguedas a pensar el Perú!
Por esta época y junto a Morote, Baca y Núñez del Prado presenta al III Congreso Indigenista Americano en la Paz, 1954, el trabajo La escritura de las lenguas aborígenes. Prosigue en el Cusco una gran actividad intelectual. El grupo Tradición liderado por Efraín Morote, juega un papel principal. Gran investigador, actúa como catalizador de inquietudes de los estudiosos de la realidad andina premunidos de un neoindigenismo orientado hacia el folklore. Matos Mar señala la vinculación con Morote Best: Largo seria describir el derrotero y significado de este inicial y vasto empeño que lo llevó a vincularse con el grupo Tradición del Cusco, que en ese entonces constituía la gran avanzada de estos estudios.

Cuando su vida es afectada por sucesos sentimentales y arrecian sus malestares síquicos, formula planes para vivir en la ciudad. En carta al crítico puertorriqueño Ángel Flores, 1955, le dice: He decidido irme a un pueblo lejano del Cusco donde me han ofrecido un puesto de maestro, con un sueldo mejor que el que tengo como jefe de un Instituto de Investigación. Este proyecto se instala en medio de las vicisitudes que vive por su romance con Vilma Ponce Martínez, profesora huancaína. Esta relación pone en riesgo su matrimonio y tiene como fruto una hija. Le escribe a Vilma Ponce: Yo estoy resuelto a conseguir un Profesorado en la Universidad del Cusco o en último caso hacerme nombrar Prof. En algún Colegio Nacional para que nos vayamos a vivir definitivamente. Finalizando el año, su nombramiento como Director de Cultura Arqueología e Historia le hace cambiar sus planes de instalarse en el Cusco. Le dice a Vilma: No sé cómo explicar todo lo preocupado que estoy. Yo había ya casi arreglado para irme al Cusco como Prof. De la Esc. Normal Rural…

En medio de ésta difícil etapa, cuando ve su matrimonio peligrar e incuba el propósito de refundar sus proyectos, piensa en el Cusco y no en Huancayo, lugar de origen de Vilma. A Westphalen, 1955, le menciona: Me iba a ir a la Escuela Normal de Urubamba…Ya hasta había hecho mis planes; hasta había hablado con un propietario de Urubamba quien me iba a arrendar una casa quinta, con una gran huerta de árboles frutales…La casa me iba a permitir alojar hasta cuatro huéspedes, y tener un burro, un caballo, un perro y un gato. Desde niño he soñado con tener un burro, porque quizá nada me ha hecho tan absolutamente feliz como recostarme en el cuello de un burro sano y bien tenido.

Arguedas por estos años vuelca su interés en la investigación antropológica; siempre con el Perú como su principal preocupación. Su hermana grafica bien esta realidad cuando recuerda el momento en que José María es dado de alta del hospital, luego de su primer intento de suicidio, 1966, y es interrogado por ella acerca de su decisión: …le pregunté: qué es lo que ha pasado, entonces ¿nosotros no significamos nada para ti? No es eso, yo no vivo para ti y tus hijos. Yo vivo para el Perú.

Su amistad con Gabriel Escobar

Su relación es particularmente cercana con este antropólogo, alumno de la primera promoción de la universidad cusqueña. Es autor de Huaynos del Cusco y en su madurez es profesor en universidades de Norteamérica. A su paso por Lima, frecuentan juntos la mítica peña Pancho Fierro. Escobar, 1955, le manifiesta: Aunque sé que haces falta en Lima y que la antropología pierde algo, me alegra un poco saber que tal vez puedas ir al Cusco. Sobre todo estoy pensando en tu tranquilidad y tu salud, pues veo que en Lima te agitas demasiado… Digo mal, corrige después, no creo que la antropología pierda cuando salgas de Lima, pues en el Cusco podrías hacer algo de tu agrado y sin premura, ayudado tal vez por tus estudiantes y tomándote todo el tiempo que quieras. Y, por supuesto tendrías algunos colaboradores de la clase que te gusta a ti, Oscar (Nuñez del Prado), Mario (Gilt Contreras), yo…Pero no nos adelantemos a los acontecimientos y esperemos a ver lo que venga…

En mayo de 1960, le menciona a John Murra: Resulta verdaderamente desgraciado, precisamente ahora, que no se haya tomado a Gabriel para el Instituto (Etnológico); porque yo tengo una información teórica muy débil y he leído poco y ahora por mi mal estado de salud no leo nada. Gabriel, con su admirable entereza y suavidad, su excelente formación académica, su sabiduría general, habría sido un contrapeso suficiente para este equipo de sociólogos empingorotados; mientras que yo me siento inseguro e incomodo aquí y un poco como aplastado por la depresión de que padezco…
En febrero de 1961, le comenta a Murra de una discusión bastante dura que ha tenido con Emilio Choy por unos comentarios que escribió Escobar en un estudio sobre Sicaya sobre una peste que en el pueblo se consideró castigo del cielo. Choy se refirió a Escobar como una especie de agente de los Estados Unidos. La indignación de Arguedas no pudo ser contenida. Cuando le dije que el trabajo de Gabriel había sido hecho unos años antes de que viajara a los Estados Unidos no se desdijo ni se preocupo en lo más mínimo….¿Qué se puede hacer frente a un energúmeno de esta clase? Ahora debe estar pensando que también yo me he vendido a los Estados Unidos porque he sido becado por la OEA. …lo que me estremece es la inmensa vanidad de esta gente que proclama estar al servicio de los obreros y campesinos.

Matos Mar, recuerda cuan interesantes e importantes eran también las largas conversaciones y discusiones que sostenían frecuentemente con Valcárcel, Muelle, Gabriel Escobar y otros antropólogos; tanto en el Gabinete de San Marcos como en la dirección del Museo de la Cultura Peruana. Hablaban sobre el Perú, el mundo y la cultura indígena...

Humano, al fin, Arguedas no muestra la misma disposición con otros cusqueños. En carta a Murra de febrero de 1967, dilucidando los invitados para un evento antropológico en el extranjero le recomienda: Pero hay que llevar a Matos por su actividad tan grande… afuera y en el Perú; no se le puede dejar de lado. El caso de Nuñez del Prado es, creo más claro. Nuñez ya no enseña. Se ha retirado de la Universidad; está dedicado a la antropología social aplicada con una especie de misionerismo entre sentimental, ingenuo y acaso algo egoísta, en tanto que parece que constituye un refuerzo a su fatiga. Puedo estar equivocado, John; yo quiero mucho a Oscar, pero me parece que esta es la verdad. El Cuzco por ahora parece que está casi muerto. Creo que podrías hacer que inviten a Lumbreras, Matos y Mendizábal…

Con Chávez Ballón es probable que se conocieran en el colegio Pumaccahua donde fue profesor poco después de Arguedas. Le escribe, 1957, a propósito de una nueva visita hecha por Arguedas al Cusco: Aquí en los pocos días en los que estuviste, has dejado tus recuerdos, todos tus amigos quisieran verte en el Cusco todo tiempo. Tú no debías vivir en Lima, tu sitio está aquí, en donde te queremos y admiramos. Sería muy bueno que siempre te ocuparas en artículos periodísticos del Cusco, pues podría enviarte algunas fotografías y también datos sobre puntos que podrías tratarlos con esa capacidad y cariño que tienes para tratar cosas del Cusco. Se está refiriendo a los artículos que ese año publica en el Dominical de El Comercio: Celebraciones del Inti-Raymi y Películas de Gesta En este último se ocupa de las cintas que produjo la Escuela del Cusco denominada así por el crítico de cine francés Georges Sadoul. Ese mismo año invita a Nishiama, Luis Figueroa y Victor Manuel Chambi, fundadores del Cine Club Cusco, a presentar en el local del IAC en Lima las películas Carnaval de Canas de Manuel Chambi y Lucero de nieve de Manuel Chambi, su hermano Víctor y Eulogio Nishiama. Su vinculación con el cine producido en el Cusco no decae, precisamente en 1964 firma con César Villanueva y Eulogio Nishiama, un contrato para llevar al cine Diamantes y pedernales. La cinta se produjo con el nombre de Jarahui y contribuyó a hacer más conocido el nombre y la obra de esta escuela.

A Efraín Morote Best lo une la etnohistoria y el estudio de las manifestaciones culturales quechuas; por eso disienten, discuten. En carta de 1954, Arguedas, mostrando una faceta de su personalidad generosa, le reprende fraternalmente: Tú tratas a Valcárcel como a un enemigo vulgar, el “viejecito” reblandecido. Reconozco que Valcárcel tiene defectos; yo mismo he sufrido esos defectos; pero no se puede olvidar cuánto ha hecho por la antropología en el Perú…Me impresiona a veces abrumadoramente esta actitud de batalla, de agresividad cruda que últimamente han adoptado los intelectuales, unos contra otros. Por eso los rehúyo ahora. No me refiero ya a ti; pero aquí, en estos años, el sentimiento que mueve a la mayoría, que impulsa sus vidas, es la vanidad. ¿No es mucho más bello ser humilde?... José María toma nuevo contacto con Valcárcel cuando vuelve a San Marcos a estudiar Antropología. Nos hicimos amigos desde el primer momento que lo conocí en las aulas como alumno, dice Valcárcel en sus Memorias. Luego, como su mentor y amigo estrecharon relaciones profesionales muy cercanas.

Por esos años, 1957, colabora en los trámites que hacen posible el traslado a Lima de Josafat Roel Pineda. Le dice a Westphalen: Conseguí con Miró que a JRP se le trajera del Cuzco al conservatorio de Lima para dictar un curso de musicología…Roel es un joven musicólogo de gran talento y de una formación científica increíblemente solida…Estos contactos epistolares también se extienden a gente desvinculada de todo quehacer académico, como es el caso del músico Gabriel Aragón, quien en carta de 1957 le dice: Señor doctor, el tenor de su cariñosa carta, el interés con que indaga por mi vida, por mi arte y por mi conjunto me hace renacer nuevamente llenándome el corazón de grandes esperanzas para poder seguir cultivando con ese afán y agrado deber de un cusqueño, vale decir, de un peruano que sabe defender los derechos y tesoros artísticos de su patria…Sencillez en el trato, profundidad en la relación, como era habitual en Arguedas cuando se trataba de la amistad. Siempre estimulando vocaciones, impulsando destinos, educador y maestro siempre.

Su amistad con Luis E. Valcárcel.

Valcárcel tuvo gran importancia en la vida de Arguedas. Fue el cusqueño -¿alguien se ha ganado con mayor derecho ese gentilicio? - con quien mantuvo un prolongado y más estrecho contacto. En sus Memorias, menciona Valcárcel, haberlo conocido en 1931 cuando la Universidad reabrió sus puertas luego de la huelga de 1930. Ese año fui nombrado catedrático de Historia del Perú y Arguedas fue uno de mis alumnos. Concurría a clases puntualmente y ya desde entonces entablamos buena amistad…Recuerdo que fui uno de los primeros en comentarlo en la revista Excelsior, (se refiere a la novela Agua) de poca circulación en Lima. Al mismo tiempo se dedicó a realizar actividades políticas, vinculándose al Partido Comunista. Luego formó parte del Comité de Defensa de la República Española. Lo recuerda también animando, cantando, en la peña Pancho Fierro.
Valcárcel no señala la presencia de Arguedas en el Congreso indigenista de Paztcuaro a la que asiste también Uriel García. Tenían diferencias sobre el proceso del mestizaje nacional. Valcárcel, habla de los campesinos eternos y ahistoricos y subraya la importancia de la raza en la construcción de lo que denomina el andinismo: La doctrina andinista pretende ser un ensayo de ideología aborigen. Se forma lentamente y a la larga indios e indiófilos nos entenderemos. Era distinta la posición de Uriel Garcia. Para él la indianidad comprende a todos los hombres ligados a la tierra por vínculos afectivos sin que sea preciso tener el pigmento broncíneo ni el cabello grueso o lacio. Además expresaba que el incario era un tiempo acabado, pero no su impulso indianista.

La vinculación se acrecienta cuando Arguedas ingresa al Instituto de Etnología, donde Arguedas se desarrolla como docente y colega de Valcárcel; y luego cuando Valcárcel es Ministro de Educación en el gobierno de Bustamante. Mientras investiga a las comunidades campesinas en España, le escribe, abril de 1958, dándole cuenta de sus actividades e impresiones. Encabeza la carta un Muy estimado doctor Valcárcel: Ayer fui al campo del común con dos vecinos y vi y participe del trabajo de rosa del bosque... Es una labor comunal…Y a juzgar por mis informaciones bibliográficas, la organización comunal es idéntica a los de Lucanas, idéntica, pero mucho más exacta en sus propiedades de tierras. En un mes o 45 días creo que habré tomado una información suficiente que me permita enjuiciar las cosas. Por el momento me alienta la convicción de que haré un trabajo sin duda útil para el mejor conocimiento y estudio de nuestras comunidades.

Estoy casi seguro que muchísimo de nuestra organización comunal viene de aquí, de Sayago y de otras comunidades de León.

Más tarde al recapitular y matizar sus posiciones juveniles, Valcárcel y Arguedas acercan posiciones sobre el mestizaje. Valcárcel morigera sus criterios y lo lleva a afirmar: Los indios eran el tema predilecto de Arguedas, sobre el que tuvimos muchísimas conversaciones. Recuerdo que en nuestras primeros encuentros, José María criticó mucho algunas afirmaciones contra los mestizos que hice en Tempestad en los Andes como en la Historia de la cultura antigua del Perú, posteriormente. Pero con los años terminamos coincidiendo plenamente.

En octubre de 1964, estando ya Valcárcel en plena transición hacia el retiro, lo visita convaleciente y la experiencia se la comunica a Murra: La otra noticia es que ayer visite al Dr. Valcárcel por pedido de él mismo. Ya está levantado; creo que se siente mejor de lo que realmente está. Lo encontré fatigado. Pero este “wiraqocha” a quien le debemos mucho, no deja de ser un señor muy cusqueño antiguo; egoísta, avaro e imperial: me dijo que no era “necesario que se nombrara a nadie para Director del Museo de la Cultura”, que él se encargaría my pronto del cargo…Vemos aquí que sus prejuicios juveniles, trasmitidos por el padre, acerca de la avaricia de los señores cusqueños, no se ha extinguido. A Valcárcel le denominan “La Sombra” por su presencia persistente y extendida; mucho de la estabilidad que alcanzó Arguedas en sus trabajos antropológicos se debió a las condiciones que el propio Valcárcel creo. Por eso, en carta anterior, de 1960, le dice a Murra: Pero el porvenir del Instituto no es bueno. Sabemos que los sociólogos han dicho que solo esperan que desaparezca “La Sombra”, para lanzarse al ataque. Y esa buena sombra desparecerá el año entrante. Todas las luchas por intereses me hacen sufrir, pero está entre profesores, entre hombres de ciencia me parece pavorosa y las más antihumana y absurda.

En la recordada mesa redonda en el Instituto de Estudios Peruanos, de 1965; donde su novelaTodas las sangres es cuestionado por un grupo de doctores y estudiosos, la reunión es presidida por Valcárcel de manera silenciosa. No expresa ninguna idea a favor, ni en contra de Arguedas. Su presencia, por eso, pasa desapercibida por quienes ahora estudian o recuerdan ese hecho.

En 1965, con el matrimonio con Celia Bustamante ya finalizando, habla de nuevo de vivir en el Cusco. Esta vez la decisión carece de la determinación de otros momentos anteriores y más parece una manera de explicarle a Celia la naturaleza permanente de sus lazos. Quisiera irme a vivir a Yucay contigo como una hermana de quien separarse significa perder la vida. Quizá último e inútil esfuerzo para continuar un matrimonio que estaba destinado a fenecer.
Ese mismo año publica en quechua el Sueño del pongo, basado en un relato recogido en Lima de Don Santos Ccoyoccosi Ccataccamara, de la comunidad de Umutu, Quispicanchis. En la primera edición del cuento, Arguedas, explica que Oscar Núñez del Prado ha difundido una versión muy diferente del mismo tema. Arguedas en esos años era ya un personaje de dimensión internacional. Pero, el Cusco, se le acerca, le rodea mientras él custodia su relación antigua y las sensaciones que le produjo conocerlo por primera vez. Mantiene el espíritu que lo une a la ciudad, la coincidencia de sus destinos.

Su amistad con Francisco de Ávila.

A fines de 1965, se encuentra con un antiguo y particular cusqueño: Francisco de Ávila, extirpador de idolatrías. Nacidos en siglos de singular importancia para el Perú, el XVI y XX, por sus efectos en el tiempo largo de nuestros procesos sociales y económicos. Ávila nació en el Cusco en 1573. Fue hijo expuesto y recibió el nombre de Francisco de Ávila Cabrera. Luego de estudiar en San Marcos se ordena de presbítero y gana luego el curato de San Damián, en la provincia de Huarochirí, donde se entrega a la lucha contra las idolatrías. Hace transcribir en quechua los mitos y leyendas de la región. El texto original manuscrito y única copia fue hallado a fines del siglo XIX por Jiménez de la Espada en la Biblioteca Nacional de Madrid. Arguedas es requerido como traductor de este documento, labor que realiza con el lingüista Alfredo Torero. Califica el texto como la obra quechua más importante de cuantas existen, un documento excepcional y sin equivalencia tanto por su contenido como por la forma...el único que ofrece un cuadro completo, coherente de la mitología, de los ritos y de la sociedad de una provincia del Perú antiguo. Llama a este documento la voz de la antigüedad transmitida a las generaciones por boca de hombres comunes que nos hablan de su vida y de su tiempo. Su traducción se vincula al momento de su primer intento de suicidio, abril de 1966, época en la que está finalizando la traducción. Fue John Murra quien le sugiere a Arguedas la traducción del texto, que demora cinco años en realizarlo. Los comentarios acerca de la importancia y trascendencia del documento traducido merecerían un artículo especial. Es posible afirmar que sin el conocimiento y traducción de esta recopilación hecha por Ávila; que Arguedas titula Dioses y hombres de Huarochirí, la novela El zorro de arriba y el zorro de abajo no existiría o tendría forma distinta. Arguedas incorpora en su novela a los zorros de Huarochirí, les da contextura contemporánea y los hace actuar en la novela, modelando sustancialmente su contenido, dándole continuidad contemporánea a una tradición milenaria.

Su amistad con Hugo Blanco

Se conocieron en las postrimerías de la vida de Arguedas y cuando el país cerraba un ciclo de violencia y confrontación que se inició en los primeros años de la década del sesenta. José María había publicado El sexto y sus dos últimas novelas: Todas las sangres y El zorro de arriba y el zorro de abajo. Precisamente el envío a Blanco de un ejemplar de Todas las sangres a su celda en El Frontón, propicio el inicio de la corta amistad y el envío de mutuas cartas. Hugo Blanco estaba preso desde el año 1963 por dirigir el levantamiento campesino del valle de La Convención. Luego, tres años después fue condenado a 25 de prisión. Fue Sybila, esposa de José María, quien los vinculo. Ella visitaba, señala Blanco, a Antonio Meza, un campesino, del centro del país, combatiente del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR). Cuando le trasladaron a la isla prisión El Frontón, donde yo me encontraba, continuó visitándole;… así nos conocimos con Sibila. José María le envió su novela con una dedicatoria en castellano; Arguedas pensó en algún momento hacerla en quechua. Blanco, enterado de esta anécdota, le escribió una carta en este idioma. Es el inicio de dos cartas cursadas por Blanco y una por José María. La última de Blanco quedó sin respuesta.

Las comunicaciones nos acercan al mundo andino, a sus profundas dolencias y sueños reivindicatorios. En el primer envío del 14 de noviembre de 1969 le reclama no haber recibido la dedicatoria de su libro en quechua. Padre, Taytay,le dice Blanco, usando las formas quechuas en el trato entre iguales. ¿Cómo es posible, taytáy, que entre nosotros podamos avergonzarnos de cuanto nos podemos decir en nuestra lengua tan dulce? Cuando nos pedimos ayuda, nunca lo hacemos con palabras escuetas en nuestra lengua. ¿Acaso alguna vez escuchamos decir: “mañana has de ayudarme a sembrar, porque yo te ayudé ayer”? ¡Ahj! ¡Qué asco! ¡Qué podría ser eso! Únicamente los gamonales suelen hablarnos de esa forma ¿Acaso entre nosotros, entre nuestra gente, nos hablamos de ese modo? Muy tiernamente nos decimos: “Señor mío, vengo a pedirte que me valgas; no seas de otro modo; mañana hemos de sembrar en la quebrada de abajo; ayúdame pues caballerito, paloma mía, corazón”. Con estas palabras solemos empezar a pedir que nos ayuden. Y también cuando nos encontramos en los caminos de las punas, aún sin conocernos, nos saludamos el uno al otro; nos invitamos un trago, nos alcanzamos algún poco de coca; nos preguntamos hacia dónde vamos; y solemos charlar un rato.

Le refiere ser su devoto, emocionado lector: Yo no puedo decir qué es lo que penetra en mí cuando te leo, por eso, lo que tú escribes no lo leo como las cosas comunes, ni tampoco tan constantemente, mi corazón podría romperse.
Le relata su entrada al Cusco con cientos de campesinos tomando la Plaza de Armas y de la aleg´ria que le hubiera causado ver a los maqt`as gritar calle por calle: “¡Que mueran todos los gamonales! ¡Que vivan los hombres que trabajan!”. Al oír nuestro grito los “blanquitos” como si hubieran visto fantasmas, se metían en sus huecos, igual que pericotes. Le hace un vaticinio: ha de volver el día, taytáy, y no solamente como aquél de que te cuento, sino más grande. Días más grandes llegarán; tú has verlos. Muy claramente están anunciados. Aquí nomás concluyo, taytáy, porque si no, no he de terminar de escribir nunca. He de resentirme si no envías eso que escribiste para mí. Hasta que nos encontremos, tayta. No te olvides, pues, de mí.
Hugo Blanco.


José María alcanzó a responderle esta primera carta. En ella lo trata como Hermano Hugo, querido, corazón de piedra y de paloma. Le habla de su novela Los ríos profundos y de cómo en sus páginas los pongos, …los colonos de hacienda…esos piojosos, diariamente flagelados, obligados a lamer tierra con sus lenguas, hombres despreciados por las mismas comunidades,… invaden la ciudad de Abancay sin temer a la metralla y a las balas, venciéndolas. Se pregunta ¡Cómo, con cuánto más hirviente sangre se alzarían estos hombres si no persiguieran únicamente la muerte de la madre de la peste, del tifus, sino la de los gamonales, el día que alcancen a vencer el miedo, el horror que les tienen! “¿Quién ha de conseguir que venzan este terror en siglos formando y alimentado, quién? ¿En algún lugar del mundo está ese hombre que los ilumine y los salve? ¿Existe o no existe? ¡Carajo, mierda!”, diciendo, como tú lloraba fuego, esperando, a solas. Los críticos de literatura, los muy ilustrados, no pudieron descubrir al principio la atención final de la novela, la que puse en su meollo, en el medio mismo de su corriente. Felizmente uno, uno solo, lo descubrió y lo proclamó, muy claramente.
Haciendo un paralelo entre la trama de su novela y el alzamiento de Blanco le dice: ¿no tomaste el Cusco como me dices en tu carta, y desde la misma puerta de la catedral, clamando y apostrofando en quechua, no espantaste a los gamonales, no hiciste que se escondieran en sus huecos como si fueran pericotes muy enfermos de las tripas? Hiciste correr a esos hijos y protegidos del antiguo Cristo, del Cristo de plomo. Hermano, querido hermano, como yo, de rostro algo blanco, del más intenso corazón indio, lágrima, canto, baile, odio.

Le menciona su labor de difusión de los valores de la cultura andina: he purificado algo la cabeza y el corazón de Lima, la gran ciudad que negaba, que no conocía bien a su padre y a su madre; le abrí un poco los ojos, los propios ojos de los hombres de nuestro pueblo, les limpié un poco para que nos vean mejor. Y en los pueblos que llaman extranjeros creo que levanté nuestra imagen verdadera, su valer, su valer verdadero, creo que lo levanté en alto y con luz suficiente para que nos estimen, para que sepan y puedan esperar nuestra compañía y fuerza; para que no se apiaden de nosotros como del más huérfano de los huérfanos; para que no sientan vergüenza de nosotros, nadie.

Sabedor de su pronta ausencia le dice: Yo no estoy bien, no estoy bien; mis fuerzas anochecen. Pero si ahora muero, moriré más tranquilo. Ese hermoso día que vendrá y del que hablas, aquél en que nuestros pueblos volverán a nacer, viene, lo siento, siento en la niña de mis ojos su aurora, en esa luz está cayendo gota por gota tu dolor ardiente, gota por gota sin acabarse jamás. Temo que ese amanecer cueste sangre, tanta sangre. Tú sabes y por eso apostrofas, clamas desde la cárcel, aconsejas, creces.

Como siempre que hace un balance de su vida recuerda a sus protectores indios: Como en el corazón de los runas que me cuidaron cuando era niño, que me criaron, hay odio y fuego en ti contra los gamonales de toda laya; y para los que sufren, para los que no tienen casa ni tierra, los wakchas, tienes pecho de calandria; y como el agua de algunos manantiales muy puros, amor que fortalece hasta regocijar los cielos. Y toda tu sangre había sabido llorar, hermano. Quien no sabe llorar, y más en nuestros tiempos, no sabe del amor, no lo conoce. Tu sangre ya está en la mía, como la sangre de don Victo Pusa, de don Felipe Maywa, Don Victo y Don Felipe me hablan día y noche, sin cesar lloran dentro de mi alma, me reconvienen en su lengua, con su sabiduría grande, con su llanto que alcanza distancias que no podemos calcular, que llega más lejos que la luz del sol. Ellos, oye Hugo, me criaron, amándome mucho, porque viéndome que era hijo de misti, veían que me trataban con menosprecio, como a indio. En nombre de ellos, recordándolos en mi propia carne, escribí lo que he escrito, aprendí todo lo que he aprendido y hecho, venciendo barreras que a veces parecían increíbles.

He aquí que te he escrito, feliz, en medio de la gran sombra de mis mortales dolencias. A nosotros no nos alcanza la tristeza de los mistis, de los egoístas; nos llega la tristeza fuerte del pueblo, del mundo, de quienes conocen y sienten el amanecer. Así la muerte y la tristeza no son ni morir ni sufrir. ¿No es verdad hermano?

Recibe mi corazón

José María


La carta de respuesta de Hugo Blanco fue hecha el 25 de noviembre de 1969. No alcanzó a leerla; su camino a la muerte empezó el 29 de ese mismo mes. Esta vez Blanco elige un encabezamiento más íntimo: ¡Padre mío! Padre mío José María y le otorga un trato solo posible entre runas: sabía que éramos un solo corazón, …Y contigo, padre mío, no podríamos hablar sólo diez minutos. Nuestro corazón reventaría ¡Habiendo tanto que relatarnos, habiendo tanto que conversar! Contigo tenemos que hablar calmadamente, como hombres serios; sentándonos tranquilos, el corazón plácido, hallpando nuestra coquita, fumando de un solo cigarrillo, perdiendo la vista en los cerros lejanos.
Conozco bien tu corazón, padre, aún antes de que me escribieras. Como te digo, al igual que en agua cristalina se ve tu corazón a través de tus escritos. No sé qué verán los mistis en ellos; y para que les digan “Ese es buen crítico” hablan una u otra cosas. Es imposible que ellos vean tu corazón aunque se los estés mostrando. El misti es misti, padre. En cuanto a ser buenas personas, algunas son realmente buenas personas, no les estoy insultando. Pero tu corazón, sólo tus congéneres indios lo vemos bien. Los mistis, aún siendo buenas personas, para eso, son ciegos que miran. Ellos no sollozan temblorosos con nosotros al leer tus escritos. Imposible, padre, el misti es misti.
Por esa experiencia mía, te digo padre: Lo que escribes no es sólo para mostrar a los no-indios de todas las naciones, que nosotros somos gentes; no es sólo eso, padre. Ablanda el corazón de nuestro propio pueblo, lo despierta. Claro que tú todavía no ves a dónde llega la semilla que derramas. Quién sabe en qué jóvenes corazones se está regando hermosamente esta semilla.


Se despide con el cariño que se tiene por lo que es elevado, eterno: Hasta otro día padre, sangre de mi sangre, pena de mi pena, alegría de mi alegría. Si sólo fuese por mí, jamás acabaría esta carta, cuando tantas cosas tengo que decirte.
Hasta otro día padre:

Hugo Blanco


Pocos días del intercambio de estas cartas, el 29 de noviembre de 1969, José María disparaba a su cuerpo en la Universidad Agraria.









Texto agregado el 18-04-2012, y leído por 400 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
04-05-2012 Amigo, me di un banquete con esta lectura. Como he hecho con los dos capítulos anteriores, te dejaré el comentario público en tu ldv porque aquí no hay espacio para expresar lo que tu obra merece. Siento pena que la gente no le dé el valor que este ensayo tiene, pero no importa, ojalá que al menos lean la parte final de esas palabras tan meritorias que mencionó Arguedas. Con eso, se les abrirá un poco lo sentidos. Miles de abrazo, amigo respetado. SOFIAMA
 
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