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Conocí a Ricardo allá donde muere Boulevard Oroño, frente al casino city center, saliendo hacia la autopista de Buenos Aires. Vende flores, pero no tiene un puesto, sino un puñado de unas decenas de rosas, envueltas en papel metalizado. Como cada mañana, viene hacia mi auto sonriendo mientras suelta socarronamente: flores para tu novia? Ricardo sabe mi respuesta, como todas las mañanas le recuerdo que no tengo novia, y él, me dice que debería tenerla, que el amor es el sentido de la vida. Es demasiado temprano para retrucarle.
Ricardo es desocupado, no tiene un plan del gobierno, porque dice que a él le enseñaron a trabajar, y que nadie te regala nada. Por eso, decidió sacar adelante a su familia vendiendo flores. Cada mañana, toma mates con su mujer Lucía mientras le quita las espinas a las rosas a modo de desayuno. Una vez lista la mercadería del día, Lucía se despide de Ricardo dandole un beso mitad amor mitad suerte, y se asoma a la puerta para verlo partir calle abajo con las rosas.
Él sabe que tiene que vender por lo menos 6 rosas al día para cubrir los gastos. Para eso es importante ser simpático, estar siempre sonriente y contar chistes. Especialmente a los conductores de autos importados. No insistir ni incomodar a nadie porque de esa forma se pierde un futuro cliente, y sobretodo pasar desapercibido con la policía.
Tiene por costumbre dirigirse siempre a los autos que va una pareja, luego a los señores (preferentemente cuarentones) de traje, y finalmente, como quien no quiere la cosa, a los jóvenes (a mí). La respuesta más común es ignorarle, otros le hacen un gesto negativo con el dedo, y los más maleducados le cierran la ventanilla en la cara, como si contagiara enfermedades.
Las ventas de Ricardo apenas le alcanzan para sobrevivir. Y el futuro no es más alentador.
Pero lo excepcional de esta historia, es que las rosas que no alcanza a vender durante el día/noche, las deja diariamente sobre la cama de Lucía. Cuando llega a su casa, Ricardo rodea de rosas el cuerpo dormido de Lucía antes de acostarse a su lado. Ella, al despertar cada mañana, sabe lo bien o lo mal que trabajó su marido el día anterior, en función de la cantidad de rosas esparcidas alrededor de su cuerpo. Si al despertar no hay ni una sola rosa, se alegra por el trabajo de su marido, y sabe que esos días podrán tener más llena la heladera. Sin embargo, cuando amanece con la cama llena de flores, ella se siente realmente feliz.

Texto agregado el 13-04-2012, y leído por 343 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
02-01-2013 Muy bien! En mi opinión, con sencillez lograste una muy buena narración con un muy buen final. rigoberto
02-10-2012 Increíble. Bellísimmo. nilope
09-09-2012 Una cruda realidad con un matiz diferente, hermoso, poético y muy bien escrito. Felicidades. elpinero
01-05-2012 muy muy muy lindo "cuento"?¿. magarosa
30-04-2012 Me conmueve tu sensibilidad, es muy buen texto, lleno de cosas simples, pero grandes. Como dice heraldo, tus ojos vieron, pero tu corazón es el que comprendió. Mis ***** chilichilita
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