El camino se insinuaba polvoriento y desolado, pero nada parecía indicarle a élla que el peligro la asechaba.
Cantaba una canción india aprendida años atrás cuando fue a la reserva de los indios tehuelches.
Esa canción entrañablemente triste la hacia sonreír de angustia, parecía que encontraba placer en el dolor y la soledad.
Sintiendo el viento aullar repetidamente acompañando su canto, caminaba febril suspirando en cada bocado que absorbía su respiración entre el silencio y su voz lúgubre.
Mariel nació entre las flores del campo hacia ya veinte años; su vida transcurrió allí junto a los animales y el polvoriento terreno donde jamás llovía, la tierra seca parecía corcovear y lanzar a sus demonios por el viento, nada en ella hacía notar descontento se había mimetizado con el tiempo
En su ligero andar miro que el camino se habría en dos brazos, uno llevaba al cementerio el otro a un pequeño pueblo deshabitado, Mariel siguió para el pueblo y su canción se hizo más triste, melancólica.
Ya hacía mucho frío, la tarde le llego de golpe al pueblo junto a Mariel que lo recorría con avidez sin encontrar lo que tanto buscaba, se centro en una casa en ruinas como todas las demás, solo que esta era la vivienda donde ella había nacido.
¿Que buscaba Mariel en ese lugar después de veinte años?.
La realidad de su abandono. Ella nunca conoció a sus padres se crió entre la bruma en medio de la nada, solo los animales acompañaron su existencia.
Entro sin miedo, como un animal sediento de sangre busco con ansia cualquier cosa, algo que pudiera hacer que comprendiera, algo significante.
Su canto un susurro prolongado y aterrador, sus pies descalzo precipitados avanzaban golpeando todo lo que encontraba a su paso con un ritmo acelerado, justificado.
Quizás quería saber aquello que no comprendía porque nadie jamás le dio un lugar. Su memoria estaba poblada de un número de cosas que solo ella podía desentrañar.
Busco y busco sin saber bien que. Entre las tablas podridas del lugar encontró una foto muy vieja, sus manos torpes violentamente agarraron ese pedazo de papel descolorido por el tiempo; allí con el dorso de la mano limpio el polvo acumulado por años y descubrió una mujer junto a un hombre, sus ojos se llenaron de despecho, un odio animal nació, su canto fue un aullido lúgubre que se sintió en toda la comarca- fue como una ardiente llama que forzó al tiempo a desentrañar su pasado.
Y allí mismo vio nacer la criatura que era ella misma. Su madre fue muerta por los indios, su padre desapareció bajo el influjo del dolor y su locura le atravesó el corazón.
Fue rescatada por un perro salvaje y criada como tal. Su fuerza mental fue extraordinaria, allí mismo nació una nueva Mariel, su canto se volvió un río manso, sus ojos por primera vez lagrimearon… conoció de pronto a su ser, se compadeció de ella misma, cayó sobre la tierra dura donde su padre había muerto y con su canto ahora llanto.
Abrió su corazón de un solo tajo dejando caer a borbotones su sangre y su vida.
MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI. |