-Disculpe señor ¿Se encuentra bien?
Con un mal disimulado ademán se limpió una lágrima que iba resbalando por la comisura de su labio, la cara delgada y escasa de carnes ya estaba marcada por incontable arrugas fruto del paso inevitable del tiempo, su mirada expresaba una profunda angustia que no muchos podrían llegar a comprender, sus ojos marrones estaban colmados de un sufrimiento interno para las cuales las palabras aun no han sido inventadas, aun así tuvo la entereza de contestar que se hallaba bien, y regresó su vista a la tumba
-¿Su mujer?-preguntó dudoso de dejarlo solo-Mi sentido pésame
-No no era mi mujer
-¿Familiar?
-No
-Amigos, muy unidos por lo que veo
-No
-Pero la conocía
-Sí, hace casi sesenta años no la veo y ya no lo haré nunca más, pero nos conocíamos
-Disculpe pero no entiendo
-De jóvenes, muchacho, ella fue mi primer amor
Fueron ahora los ojos del joven los que no pudieron contener el dolor y la sorpresa y se enturbiaron, el hombre que tenía delante de si rondaría quizás los ochenta años, hablaba de un amor de hacía más de medio siglo, y le estaba sufriendo como si hubiera compartido a su lado cada segundo de su vida
-Nunca buscó rehacer su vida –preguntó con extrema angustia
-Aquella –añadió señalando una señora que se apreciaba un poco menor que él-es mi mujer-y viendo la sorpresa en los ojos del muchacho agregó –desde hace casi sesenta años
-Permítame decirle que no le comprendo
El anciano sonrió, una de esas risas francas que contrastan tanto con ojos que se ven tristes, como si debiera explicar algo que deseaba hacer… aquello para lo que ha venido al mundo
-Cuando esta mujer me dejó, la que ahora es mi mujer me recogió, curó mis heridas, cuidó de mi, comprendió mis defectos y me valoró en todo aquello lo que mi primer amor no me valoró, y se convirtió en mi segundo amor, enterado de que acaba de fallecer a decidido acompañarme para despedirme
-¿Pero porque ella lo acompaña? Si sabe que usted amó a esta mujer ¿Por qué no le ha dicho que vega solo? ¿Acaso no le importa?
-Te equivocas chico, me acompaña porque le importa, sabe que ella me tuvo una vida entera y creo que está satisfecha con el amor que le entregué a cambio, esta acá conmigo porque aunque le duele verme despedirme de una mujer que ame tanto como a ella sabe que la necesito conmigo, y su amor por mi es tan poderoso que es más importante acompañarme en mi sufrimiento que provocarme otro demostrándome cuanto le molesta esto. Y por ser así es que me enamoró hace tanto tiempo, por aceptarme como soy, con un amor herido en mi interior, se que siempre lamentó no llegar primero, pero al menos llegó a tiempo para permitirme volver a amar, y para descubrir a mi lado lo que es ser verdaderamente amado…
-Es hermoso todo lo que usted me dice
-Ama muchacho, amar es hermoso, lo que yo digo son solo palabras de un viejo que esta a punto de emprender su camino
-No está tan viejo señor
-Lo estoy y mis días llegan ya, acepta un consejo, si te rompen el corazón, no le niegues la oportunidad a alguien de entrar a repararlo, y si hallas a alguien con un corazón roto, no tengas miedo de ser tu quien lo repare, puedes encontrar así a la persona que está destinada a acompañarte toda tu vida, pero eso no quiere decir que debas olvidar a quienes te lastimaron, si no, solo perdonarlas, tampoco exigir a alguien que olvide su pasado, solo aceptarlo
-Trataré de tenerlo en cuenta Señor
-Si lo haces muchacho, quizás mi vida en este mundo haya sido un poco más útil de lo que e creído
Cuando aquel hombre se marchó, con su mirada triste, con su voz doblegada por la vejez, con su andar lento y su mano temblorosa que se apresuró a tomar la de su esposa que lo aguardaba cerca de la entrada, no pudo evitar pensar que la mejor decisión que había tomado en su vida había sido acercarse a aquel anciano y escucharle, algo en su interior le hizo saber que esas palabras, quizás ese consejo, podía cambiar su vida, depositó una flor en la reciente tumba de su abuela a sus pies y se marchó
Kevin Heves Maranetto Vranich
01/04/2012
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