El limosnero no siente tanta vergüenza como yo al pasar a su lado. Pero no por eso le doy una moneda. No traigo muchas monedas. Mi mamá no me da muchas. Y las que tengo las gasto en cerveza y en apuestas. Pero me da vergüenza pasar a su lado. No siento que sea justo que él esté ahí y yo acá. Pero quién sabe, tal vez es lo más justo. Ellos no quieren trabajar y yo los entiendo. Yo tengo a mi mamá que me apoya, pero también me exige y a veces la gente presiona también. Yo sigo sin hacer nada a pesar de que la gente ve como un crimen mi holgazanería. El limosnero sucio no tiene una mamá. Pide en la calle, consigue lo suficiente para comer y una botella de mezcal de 10 pesos y se olvida del mundo hasta mañana. La desesperación se presenta en la vida de diferentes maneras. Yo creo en la justicia. Creo que todos somos igual de desgraciados, pero las apariencias engañan, el lujo no le quita lo mortal a nadie, el débil cae y el fuerte cae después, sólo un poco después.