Su mano se posa sobre la mía mientras su aliento sobre mi nuca me recuerda su presencia. Su piel en contacto con la mía me transmite el frío que nos rodea. Su voz atrae el silencio hasta mi ser, calando hondo en mi alma y corazón.

Que hace poco se me hace el tiempo en que no estaba conmigo? Que hace poco mi vida estaba destinada a ser llenada con los placeres furtivos de la inmadurez del espíritu? Que hace poco mi corazón se complacía de complicidades efímeras con ideales e ilusiones?

Pero aquí esta ella ahora, tangible, presente. No un sueño, una realidad. No una ilusión, una certeza. Tan cerca. Tan unida a mí. Siento como el velo de sus ropajes me cubre para apaciguar el calor que emana de mi interior.

Tan fugaz ha sido lo que ha habido antes, que a su llegada espera una pronta partida. Pero ella ha sido diferente y se ha quedado. Se ha unido a mí, a mi cuerpo, a mi alma y a mi mente. Y ha prometido quedarse a mi lado.

Si tan solo deseara yo lo mismo. Si tan solo no deseara algo distinto, algo más. Pero es inherente al hombre seguir buscando, y no aceptar lo que tiene, sino perseguir algo más.

Acaricia mi rostro y su aflicción me envuelve, precipitándome al acantilado de sus emociones. Despertando sentimientos, nublando la razón y el saber.

Por que apareció en mi vida si nunca la busque? O será que la busque sin darme cuenta? Por que no ha seguido, como otras, su camino? O será que yo le he insistido en quedarse? Ya nada sé, ya nada entiendo.

Sus ojos se acercan a los míos, y mi esencia comulga con la suya. Sello nuestra unión con un ósculo espiritual. El frió se extiende en mi ser, su tristeza se hace mía. Soy yo ahora suyo, es ella ahora mía.

A ti me entrego, no sin esperar escapar, oh dulce y tierna soledad...