No me sanaban las penas mías sino hasta ayer
Después de tanto tiempo que abiertas estuvieron,
Porque bálsamo bendito por fin conocieron
En los labios melifluos y rojos de una mujer.
Al borde de la muerte me yacía el corazón
Sin esperanza alguna en mí de ser rescatado
Y yo que de clamar ayuda me había cansado
Miré de pronto su mano ofreciéndome amor.
Si lo merezco o no es cosa que no quiero saber.
Como hizo Job, me resigno, y la acepto gustoso
Que no hay hombre cuerdo que prefiera la pena al gozo.
Mientras dure su amor y mi vida la he de querer
Porque nada dura por siempre ¡si lo he de saber!
Mas por su amor hoy tengo el anhelado reposo.
Texto agregado el 11-04-2012, y leído por 117
visitantes. (1 voto)
Lectores Opinan
12-04-2012
Está mas o menos. Tienes eso....mirá seguí participando. jarri
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