Me declaro perezosa ocasinal, élla me visita de vez en cuando. La recibo entusiasmada cuando esto ocurre.
Son esos días de mañanas tardías y noches tempranas...Las persianas bajadas y el sol cubierto con un velo de inactividad. Mis pies me arrastran sin destino, a veces acabo con una taza de café, un cigarrillo, tal vez, entre mis dedos pero, la mayoría de las veces, acaba consumiéndose en el cenicero, en la maceta o bajo el agua del grifo.
No importa, estoy atendiendo a la pereza, mi amiga, y me gusta ser hospitalaria con mis visitantes.
Cuando élla llega le hago los honores, entiendo que no hay nada más que hacer que escucharla con los oídos plenos de atención y el resto del cuerpo indolente.
Pueden cerrarse las galaxias, colapsarse el universo hasta el infinito...Nada de lo que hay fuera importa;
estoy conmigo misma, atareada en no pensar, en silencio total, hasta que las ganas de sentir el agua por mi cuerpo me despiertan, abro las ventanas, recibo al sol y te bendigo sabia pereza que me obligas a meterme dentro, muy dentro.
De nuevo comienza la vida con sus trabajos, sus ruidos, mis anhelos se desperezan y le recuerdan que no debe olvidar visitarme de tanto en tanto. |