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Inicio / Cuenteros Locales / nayo56 / EL VIEJITO SOBREVIVIENTE DE LA BANDA DE NAUN

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EL VIEJITO SOBREVIVIENTE DE BANDA DE NAUN




Yo también fui bandolero, me dijo el viejito, el sobreviviente de la banda de Naún. Debieron ser las nueve de la noche, recuerdo que todo el día estuvo plagado de una garúa pertinaz y oleadas de viento frío, frío de agosto de ese que entumece y acongoja el alma. El viejito estaba sentado sobre una banca larga, abatida, descolorida, ubicada a un extremo del salón de billar. Mantenía su bastón de cedro nudoso. Su pantalón de casimir desgastado armonizaba con la camisa de paño, originalmente, de cuadros negros sobre un inmenso verde mar.

-¿ Qué cosa dice? – le pregunté

- ¡Eh, si… si!- murmuró , meneando la cabeza

Y de pronto, dijo:

-Yo era chiquito, como ese…y mi madre me engreía y me amaba - sonrió, asintió varias veces con la cabeza y lleno de nostalgia sentenció - ¡jueputa! ¡Que lindo fue ser niño…!que lindo fue tener madre! –

Esa noche y mientras el viejito deambulaba por sus recuerdos empezó a llover fuerte, muy fuerte En medio de continuos relámpagos comenzaron a caer grandes gotas de agua. Entonces entró Freire, nos miró, acercó una silla, se sentó con desplante, con curiosidad y esperó.

- ¿De qué hablan, de quién comentan ? seguro que el viejo ya está con el tema de su pueblo y más huevadas.
.






El viejito negó, meneando la cabeza, pero sus ojos lo delataron. Freire tenía
razón. Estaba nostálgico y abstraído en ese, su pueblo remoto y perdido.


- ¡Oye viejo! ¿ Te gustaría ver tu pueblo ,antes de morir? –preguntó Freire.


Respondió confirmando con la cabeza varias veces.Siempre mirando a lo lejos.

- Si tendrías plata irías a Cangonamá? Volvió a preguntar Freire

El viejito volvió a decir que si


- Si pudieras ir aunque sea por un minuto, viejo, nada más por un minuto, aunque después tengas que morirte ¿te gustaría? – insistió Freire.


Movió la cabeza en sentido afirmativo, luego con dificultad se incorporó, respiró profundo y como quien volvía de un largo pero agradable viaje, mitad alegre, mitad insolente, volvió a responder

- Para que me haces imaginar cosas maravillosas, ¡ huevón!

Freire se quedó meditando en la actitud del anciano, luego le sonrió y con una mirada en la que estaban mezcladas ;la ironía, la pena, la admiración, la suspicacia y el respeto. Y como quien ha estado probando una verdad, me miró, y comentó

-No te dije. Siempre la misma historia, la misma ilusión



- Y pensar que hay gente podrida en plata. Sin ir muy lejos, aquí nomás, el tacaño Samaniego . Espíritu seco, árido en cuya alma no prospera ni el más simple de los sentimientos. Inútil, inservible, vació de querencias, avaro repugnante, incapaz de ser útil ni consigo mismo. Impertérrito ante la necesidad ajena, buscador insaciable de dinero. ¡Si…si, así está hecho éste puto mundo! - Dijo Freire, con lentitud, como saboreando cada palabra.

Él nos quedó mirando, tenía unos ojitos verdosos con pronunciadas líneas rojas, como un campo agrietado. Su rostro de papel magullado, con miles de pliegues, como deben contarse sus triunfos y fracasos que lo hacen incomparable e inmortal.

-¡Así es, amigos míos!- comentó el viejito, al tiempo que ponía su mano derecha en mi hombro. Mano huesuda, de venas largas e hinchadas como que quieren salirse de una piel reseca y traslúcida como el cuero de un antiguo y abandonado tambor.

Freire, insistió

- ¡Cuéntale, cuéntale lo de Naún Briones! -


No sé porque razón el viejito tiritaba, pareciera que de pronto y súbitamente vivía tiempos remotos. La mandíbula colgaba un poco, como si no tuviera ímpetu para mantenerla cerrada. Podían verse sus encías con uno que otro diente.

- Mejor habría sido que me mataran, ese día en Piedra Lisa- dijo, como pensando en voz alta –El milico Deifilio Morocho, luego de comprobar que Naún ya era finadito, fue a verme y me encontró atado de nervios sobre el lomo de una mula, al verme mocito, ordenó: “No le disparen, no lo maten. luego dirán que matamos niños” Dispuso que me apearan de la mula, se acercó, me clavó la mirada, me dio un puntapié como queriéndome romper el espinazo, montó su mula negra y perdió por una huecada. Milico maricón se me fue llevando el alma, se me fue llevando la vida ¡Mejor habría sido que me mataran, ese día en Piedra Liza !








Volví la mirada para observarlo a Freire, vi que tenía una expresión muy seria, el ceño fruncido y una contemplación enternecedora. Hizo el ademán de levantarse y me dijo:


- Oye , vamos por ahí un rato

No, no le contesté, yo sabía lo que le estaba pasando a Freire, es que precisamente era lo mismo que me estaba sucediendo a mí.

Ahora, como nunca, me impresionó el viejito: tenía el pelo lacio y blanco, rostro bondadoso, refinado y misteriosamente triste. Un tic le sacudía la mejilla a la altura del ojo izquierdo.

-No, no se vayan todavía- murmuró, como agitado

Hubo silencio


El viejito retomó el tema- Naun fue un buen hombre, él sabía a quien robar. Nunca perjudicó a un pobre. Ël robó a los ricos , y les aseguro que fue un buen hombre, nunca deseó riquezas ni nada material, para él. En eso siempre fue necio y porfiado- Fue vertiginoso el cambio que experimentó el anciano en el transcurso de las últimas palabras. De esto me pude dar cuenta el momento que lo vi parado en medio de nosotros. No sé en que momento se le cambiaron los ojos, de tristes, de melancólicos, a destellantes, a alegres, a esperanzados. El viejito, de pronto, no era otra cosa que un enervado adolescente, defendiendo lo que creía que era justo.


Freire, me miró. Se quedó pensativo por un momento, dibujó una tierna sonrisa en su rostro, le palmoteo la espalda y le preguntó

- ¿Y como así, tú por ahí ?







-¡Cosas que nos pasan a los pobres! - Dijo, para continuar- Aunque no es bueno recordar lo que uno le ha sucedido, pero les voy a contar. El cura decía cosas, con palabras que no pude entender, mi madre lloraba, gritaba, puteaba y le decía, como loca, a una caja grande de madera, que no se vaya, que no la deje sola. Mis tíos, primos y amigos de mi padre, que en la noche anterior, lloraron, rieron, cantaron, vociferaron, pelearon y amanecieron regados por el corredor de la casa, unos , y en el corral de las gallinas otros. Ahora estaban con los ojos rojos y tristes y metían la caja en hueco grande, allá en el cementerio. ¡Si! …desde ese día, nunca volví a ver a mi padre. No sé que le pasó a mi madre, siempre llorando, siempre moqueando. Empezó a secarse, como cuando se seca la ruda, porque la corta mi tía Amparo que tiene la mano pesada y malos humores. Así mismo empezó a secarse, poco a poco. A veces me abrazaba y me decía que yo no debería ser como mi padre, que cuidado con dejarla sola , luego volvía a sus lloros. Hasta que un día se acostó para que su cuerpo quemara como plancha de carbón, se puso flaca, muy flaca. Me pidió que me acueste a su lado -solo un ratito- dijo. Ahí fue que me pidió perdón por morirse, perdón por dejarme solo y se fue,… para unirse a mi padre. ¡Mi vieja murió de amor!.

-Días pasaron , días vinieron. Yo ya me puse mocito, hasta que un día decidí vender la casita de bareque que nos dejó mi padre. Crucé la raya y en Piura me compre la mejor mudada: camisa blanca de lino, pantalón de dril, botas de montar y fino sombrero peruano de paja blanca. Y me fui en busca de Naún, preguntaba en Caria manga y me decían que lo han visto en Saraguro. De Saraguro a Zapotillo, de ahí a Sullana o Catacocha, a lo mejor en Piura o Celica Así peregrine, un año en su busca. Hasta que un día, en una pulpería de Cangonamá lo pude encontrar. Víctor Pardo el consentido de Naún y amigo de mi tío, fue que me presentó.

Al verme con mi impecable traje nuevo, reclamó - ¿A qué mierda, me traes éste payaso?- y mirándome de pies a cabeza, agregó – Este es hijo de Dn Eguiguren, o es disfrazado…¡ja… ja …!- rieron todos.

-¡Vamos a ver ! – dijo Pajarito, elevó la escopeta a nivel del ojo derecho y disparó un tiro que fue hacer pedazos el cuadro de la Ultima Cena que estaba colgado a centímetros de mi cabeza. -¡¿quién eres?!- preguntó.- Un pobre y huérfano, que quiere ser como Dn Náu - contesté y agregué.- No vayan a tener recelo, vengo solo- Noté que Naún me miró con mayor atención, luego me contestó

- No te preocupes payaso, cuando tengo recelo disparo- De inmediato algo brilló, sentí en la mitad de mi frente algo frió, duro. Era el Smith, 38 mm,
cañón largo. – Vas a decirme, para qué has venido. Porque sólo las hembras y los chapas, vienen sin anunciarse.



- ¡Créanme!- No me aguevé, insistió el viejito. -Pasados algunos segundos, reaccioné y con voz fuerte y serena le contesté: ya les he dicho que quiero ser, como usted, don Naún – Un momento, …un momento. A mi no me interesa tu vida, payaso. A mi lo que me interesa, es saber, a qué has venido. Y quítame el don -me dijo Naún. Entonces me envalentoné y le hablé. Mire Naún, hace mucho tiempo que oído que lo mentan a usted. Yo estoy seguro que usted no es malo, ni es bandolero de adredito, por gusto o pura maldad. Yo se, que usted les quita a los ricos, lo injustamente obtenido, da de comer al que tiene hambre, ayuda a la madres viudas, a los enfermos, a los indefensos. Es decir, vive para ayudar a los pobres. Yo se, que Ud. y sus hombres andan como gitanos, no temen a nadie, viven libres, se enamoran y que sus aventuras, sus querencias y hazañas las conocen todos. Yo se que son admirados por los pobres y odiados por los ricos, los chapas, los chulqueros y los curas. Sé, también, que con ustedes no se necesita de permisos y huevadas para cruzar la raya. Que el hombre es hombre, lo mismo aquí, que allá. Que las banderas, solo son trapos, para dividir a la gente. Así mismo, le grité que quería ser libre, que quería vivir su libertad temerosa y amarga, la única libertad que podemos tener los pobres. Naún se paró, caminó despacio, pensativo alzó su mano derecha, la puso sobre mi hombro y me dijo-Muchacho, no sabes lo que dices y si lo sabes, anda sácate el disfraz y ven como lo que eres, como pobre- luego me preguntó –¿ Tienes caballo? No, no tengo le conteste. Y él sonriendo me dijo- Si quieres ser bandolero, debes tener uno – De inmediato se me vino a la mente, el caballo blanco de Dn. Eguiguren. Y lo seguí,… nunca
preguntó mi nombre, solamente me llamaba Payaso



¡Mejor hubiera sido, que me mataran ese día en Piedra Liza!.

Texto agregado el 11-04-2012, y leído por 246 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
08-08-2016 Tu cuento es sencillo y muy,muy hermoso. Me ha enternecido***** Un abrazo Victoria 6236013
10-02-2013 Arrancado de las páginas de la vida, seguramente. Este tipo de viejos existen, y de vidas también. Tu narración es formidable y a ese viejo dan ganas de darle un abrazo felipeargenti
20-06-2012 Tu tambien fuiste (eres) bandolero, hecho de esa misma carne de macho... Me gustó hartísisimo tu cuento "¡jueputa! ¡Que lindo fue ser niño…!que lindo fue tener madre!" zoiloro zoiloro
11-04-2012 Podría decir que está bien relatado desde el punto de vista del personaje: un hombre viejo, con recuerdos entre confusos y ciertos. ¡Me gustó!***** simasima
11-04-2012 es solo un montón de imágenes - muy mal resueltas -de cualquier película norteamericana de un sábado a la tarde. pero mucho más pateticos son los que te lamen las medias con grandielocuentes comentarios y estrellas por doquier.tienes algo de pasta pero te falta ejercitar.aunque te doy 1 estrella te pido que lo sigas intentando jarri
11-04-2012 El texto es bueno, a veces no termino de entender algunas puntuaciones pero sólo afecta al formato. La historia está bien pero no entiendo algunas digresiones, como si el cuento deambulara sin un fin claro, lo cual se evidencia en el desenlace prematuro. Egon
 
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