Esa noche recuerdo que estaba tendido en el sillón de casa, esperando aquel llamado, mi madre estaba grave, mi padre y mi hermano expectantes recibiendo las espinas de los segundos. De pronto suena el teléfono y dan la noticia, era una muerte prevista, juras jamás olvidar, eso es todo, e intentas transitar con ella por senderos que quizá nunca cruzaron, te imaginas las sonrisas en las mañanas de neblina, o el quemar del pan en el horno, te llevas lo bueno y dejas lo malo. Hay días que escucho que dicen ¡no llores por mi! Y las lágrimas se secan, escucho sus palabras en el viento recordándome que vive feliz.