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Frank y Matsue se conocieron en el instituto, él estudiaba finanzas, ella algunos cursos de marketing.
Dos semanas antes de que Matsue viajara, se enamoraron. Ella descendiente de japonés, tenía los ojos negros azabaches que se escurrían suavemente por los costados de su cara, el pelo fino y brilloso que le daba un estilo de muñeca de loza. El descendiente de huaracinos, era blanco y de cabellos castaños con tonalidades que cambiaban con la estación, además poseía una sonrisa constante y contaguiosa.
Frank como siempre hacia, le caía bien a todos, inclusive a los padres de ella, que por tradición eran más conservadores, que cualquier otra familia tradicional. Matsue y Frank congeniaron rápido, y en ese corto tiempo de romance lo disfrutaron al máximo. Parecían ser el uno para el otro. La nana, el perro y los amigos del barrio de ella, rápidamente simpatizaron con él, que paso ser parte de la cotidianeidad familiar.
En el verano de ese año de inusual calor, Frank se cambiaba para salir a bailar con su enamorada, tenía una camisa recién comprada, que cambio en el último momento, por otra que sin querer le recordó a un amor pasado. Era oportuno, ese día, era su cumpleaños he irían a una discoteca del sur a celebrar.
Regresaron felices como a las tres de la mañana. El le sonrió y beso toda la noche, ella le respondía siempre con una sonrisa, que apenas se notaba en sus delgados labios. Como siempre la dejo que se despidiera de la puerta de servicio, antes de que él arrancara, y como un juego repetido, ella lanzaba un beso que chocaría contra la luna trasera de auto.
En la tarde de aquel día, se dio un baño y salió a buscarla. Se estaciono como de costumbre, cerca de la puerta de servicio, por donde le gustaba recibirlo ella. Frank la vio parada apoyada en la entrada, de donde como nunca, lo miro y le sonrió un rato y al darse vuelta el pelo negro pareció despedirse. El la miro enamorado mientras prendía un cigarro.
La ceniza le cayó en el pantalón, el cual limpio con un golpe seco y aprovecho para ir a buscarla ya que se estaba tardando demasiado en salir. Toco la puerta y Valentina la nana, le abrió. Apenas lo vio lo abrazo y lloro desconsolada, Frank había congeniado rápidamente con Valentina por ser su paisana.
-¡Matsue ha muerto¡- le dijo sin preámbulos pero con una humildad provinciana.
El se rio absurdamente. Subió corriendo a su habitación que la encontró sin usar esa noche, recorrió la casa y no la halló. Pero como era posible si la acababa de ver entrar, le hablaba a Valentina que seguía llorando en la cocina sentada en la meza de diario.
Llegaron sus padres. La madre apenas lo vio lo abrazo y lloro. El padre pasó sin saludarlo y se encerró en su cuarto. Una cardiopatía fulminante se llego a oír entre los sollozos.
Frank, siempre se paraba frente a la casa de Matsue, pero no entraba, solo esperaba el beso que chocaba contra su luna trasera y, avanzaba mientras se le humedecían los ojos.

Texto agregado el 08-04-2012, y leído por 129 visitantes. (0 votos)


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