La semana Santa en Salto de Agua llega siempre a mi memoria con una lista de buenos y entrañables amigos. Forjados en la cotidiana visita al río Tulijá, o a las frías aguas de Poza Azul. La exploración a las cuevas. Y las interminables tardes en el parque. Los tacos de Caviloso. Las sodas en los puestos del parque, el mono?. El billar nostálgico de los Kim. El chino? Y las películas del cine Robles. Marilú? (qepd).
La hermosa presencia de las amigas, y el enamoramiento callado y tímido de más de una de ellas. ! Dios, si en aquella juventud me hubieras dado el 5% de las palabras que ahora tengo! Por fortuna también, la novia de aquellos días. -Me estas oyendo tú.- esos ojos claros y esos labios tiernos. Sobre todo, la risa que iluminaba los juveniles rostros, y la firmeza bella y sensual de los cuerpos. Calurosas y húmedas tardes, las tardes poco sacras del pueblo. Y la cooperación apretada para un six de cervezas. Las charlas y las risas, las bromas y las carcajadas. Y el eterno juego de palabras, remontándonos al futuro que cada uno de nosotros veía para si.
No he vuelto más a Salto de Agua. Y no lo he hecho porque sé, que tan sólo poner un pie en su suelo, se borraran para siempre mis recuerdos. Y que el billar quizás habrá desaparecido, y que las aguas de Poza Azul no eran tan frías como en mis nostalgias. Y que de los amigos, alguno no era tan dicharachero, ni tan chistoso, ni tan buen deportista, ni demasiado galán, ni tan alto, ni tan flaco. Y entonces los hallaré, mas gordos y chaparros, y con pocos pelos, -alguno ni siquiera pocos-. Y que los que se conserven en su peso, será sin duda por la diabetes, la hipertensión y los infartos. Se también que uno que otro, habrá partido para siempre y será de los pocos que se mantengan presentes, tal y como mi memoria los ha grabado en el hipocampo de mi cerebro. Ya no estará la fuente de sodas, ni los tacos, ni el cine Robles.
Por fortuna, y haciendo gala de recursos y pactos con los Dioses y desde luego con mis melancolías, todas las amigas se habrán mantenido como en sus mejores años mozos, y seguro vendrán a mi con sus ojos vivaces y tiernos, y sus labios juveniles y sus sonrisas a flor de pecho. Y sus cuerpos agiles y firmes cobijaran mis sueños. Por fortuna, ellas seguirán el curso de mis pasos y me guiaran al otro sendero inamovible. El de la quietud y el miedo. El de la fuerza y el valor. El del movimiento continuo. El gran concentrador de mis recuerdos. El gran imán de mis palabras, mis poesías, mis cuentos.
El río Tulijá.
Por eso, mis amigos, no vuelvo.
Semana Santa, abril 2012. Ciudad de México.
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