Pero el Padre Dios avaló lo dicho y hecho por Jesús resucitándolo y dándole la gloria eterna en los cielos; lo constituyó Dueño y Señor de todo lo creado. Jesús está vivo y glorioso junto al Padre, para nunca más morir.
Dice el libro de lo Hechos (10,39-43): “Ellos le dieron muerte. Pero Dios lo resucitó al tercer día, e hizo que se apareciese, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados de antemano por Dios, a nosotros, que comimos y bebimos con él después de su resurrección. Y nos encargó predicar al pueblo y atestiguar que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos..., y los que creen en él recibirán el perdón de los pecados”.
Su Resurrección la celebramos con alegría en toda la tierra en la Vigilia Pascual, en la que el Señor Jesús quiere renovarnos en nuestra vida de creyentes.
Y volverá a buscarnos, porque ha ido a prepararnos un lugar, “para que donde yo esté, estén también ustedes” (Juann 14,3). Pues, “él transformará nuestro cuerpo mortal haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para dominar todas las cosas” (Filipenses 3,21).
Su resurrección es, entonces, prenda de nuestra resurrección y vida eterna.
¡Gloria y honor a ti, Señor Jesús!
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