La joven se acercó a confesarse, venia ilusionada de limpiar su alma con las palabras del sacerdote, los autos pasaban y tocaban las bocinas e incomodaban a la mujer, el cura sentado , solo escuchaba, miraba por una tela café que poco distinguía, pero vio a una mujer hermosa , que lo seducía con sus miradas y su admirable cuerpo, el sacerdote temblaba la voz y sentía el placer de la carne convertido en gusto básico y enfermizo por el pasar de los años, ¡soy hombre ¡ grito a los santos de yeso que hay habían y camino hasta su habitación, ¡padre, que ocurre! Le dijo la mujer, nada hija mía, discúlpame, debo sacarme esta sotana, ¡pero, porque!, por que, le dijo el cura, sabes, todos somos aves, y yo necesito volar |