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Y de pronto solo contemplé su rostro, inerte, inmutable,
y tan lleno de cansancio y dolor,
por algunos minutos cerré mis ojos y recordé mis andanzas a su lado,
mis alegrías, nuestras tristezas, y ahora…
Impávido mi desconcierto ante su “Abandono”,
lo he dejado solo, no me ha importado su suerte,
blasfemo con alegatos y promesas su nombre,
creo hacer bien y tan solo acrecentó mi soberbia…
¡Más como todos los años postrado a sus pies¡
Finjo piedad para olvidar mi desden.
¡Misericordia señor, misericordia,¡
Atrévete a mirarme nuevamente con piedad
ante el ocaso de mi vida, insufla a mi alma de
virtudes ante la agonía perpetúa.
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Texto agregado el 07-04-2012, y leído por 141
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