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Marea alta parte 2

Y sí, me fracture mi brazo. No soportaba el dolor, me dormí y al día siguiente me fui a la oficina. Pero mi jefe al verme tan mal me mandó al hospital cuando llegué estuve internada dos días, me pusieron yeso en mi brazo, con una férula en la espalada. Cuando entró la enfermera a la habitación le pedí que me maquillara.

-¿enfermera? - Le dije.
-¿si dígame?
-¿le puedo pedir una favor?
-¿si cuál?
-¿me podría maquillar? Es que no quiero que vean este aspecto que tengo de dejada.
-claro que sí.

La enfermera accedió en todo momento a maquillarme y ponerme linda. Cuando terminó y me miré al espejo, vi mis cejas muy bien definidas, tenía mis pómulos pintados de un tono rosado. Y mis ojos color miel resaltaban mucho con esa mascara que tenía en mis pestañas. Pero lo que principalmente miraba era una cara de una mujer destrozada, que había perdido las ganas de vivir.

Cuando Salí del hospital tuve que ir a la farmacia para comprar el medicamento. Ya iba a salir de la farmacia, no pude tomar mis cosas bien, y las tiré en el suelo, ¡todas mis cosas estaba en el suelo! Al agacharme para poder guardar mis cosas, un joven se acercó y me ayudó a levantar mis cosas. Cuando lo vi, cuál fue mi sorpresa se trataba del chico había visto en el bar. Si era el, como de novela, me ayudo a levantar mis cosas y me ayudo a levantarme, con esa férula ni me podía mover. Por supuesto que se dio cuenta de se trataba de mí. Me miró a los ojos, vi sus ojos en color verde, eran hermosos. El joven en todo momento intentó ayudo, aunque yo muy grosera, siempre le quité las manos de mis cosas, por supuesto que me di la vuelta, mientras el esperaba a que yo me diera la vuelta y le diera las gracias. Me daba vergüenza de que se diera cuenta de que soy desordenada, traía mi bolsa echa un “basurero”.
Me di la vuelta y sin decir nada me fui. El joven me siguió hasta la esquina, cuando me dijo.


-¡eh! – grita el - ¿te puedo ayudar?
-no, no quiero ayuda de nadie. Gracias- dije yo – aunque en realidad si necesitaba la ayuda me dolía horrible mi brazo, y quería que alguien me cargara mi bolso.
-pero estas lastimada, déjame ayudarte… mira yo me llamo Víctor, Víctor Corona. – y me extendió su mano.
-hola – y yo no le extendí la mano, el bajó su mano.
-yo soy mi… - y pasó un camión muy ruidoso y no escucho mi nombre.
-puedo traer mi carro… - dice él.
-no, no quiero compromisos, ¡soy lesbiana! – dije.
-bueno, lo único que quiero es ayudarte.
-ok. Aquí espero.

Si como no, al dar la vuelta de inmediato atravesé la calle, fue tanto el zangoloteo y el tratar de esquivar a los carros que me dolió más mi brazo. Me supongo que cuando llegó ese chico, ya no me vio. Perdón pero ya no confió de nada, es más odio a los hombres.
Me tiré a la cama, y dormí hasta como a las 8 de la noche, cuando me levante, fui por mi medicamento me di cuenta que no estaba la bolsa, donde traía las pastillas. ¡Pero como puede ser posible! ¡Deje el medicamento en la farmacia! No es mi día. Me moría del dolor, era insoportable, primero me encuentro al inútil de Cristian me entero que está casado, me caigo, me enyesan el brazo, y ahora dejo la medicina en la farmacia, tal vez mi problema sea que no se tomar decisiones, en lugar de llamar a la farmacia, ya que tenía una nota de la primera vez que había ido, no, soy necia y terca, me salí y fui a la farmacia, y ¡estaba cerrada! ¡Cómo es posible que una farmacia cierre a las 9 de la noche, debería estar abierta las 24 horas! ¡Maldita sea!
Atravesé la calle de enfrente y caminé para ver si encontraba otra farmacia abierta, mi sorpresa fue, que vi a ¿Cómo se llama? Mmm… a si Víctor. Si a él lo vi en una restaurant, como mesero.
Me dio mucha pena acercarme a él, y me regresé a mi casa, por mañana me levanté y otra vez no fui a trabajar, en realidad ya no me preocupaba mi trabajo, solo conseguir la receta para comprar mi medicina, yo no sé cómo hay persona que aprenden a vivir con el dolor.
Fui de nuevo a la farmacia, para saber de mi medicamento.

-buenos días – dije muy pero muy amable.
-si dígame – dice la chica que atendía la farmacia.
-mira, vine ayer por un medicamento, pero resulta que tuve un incidente, y deje el medicamento. Aquí en este mostrador.
-deje lo rectifico con mi gente. – dice la chica.
-bien aquí espero - le dije.
-mire, me dice que no había nada.
-como que nada, pero es mí…
-disculpe.
-¿bueno y mi receta?
-no lo sé.
-¡deme otra! - le grité
-no, no puedo.
-¿qué? ¿Usted no sabe lo que es vivir con este dolor?
-perdón señ…
-¡cállese…!

Y me fui muy molesta, me fui a la playa, y me senté en una palapas, me sentía muy mal. Ya eran las 6 de la tarde cuando pasé por el restaurant donde vi a Víctor, pero era tanto mi dolor que sentía que me desmallaba. ¿Por qué me pasa esto a mí? Porque, porque…. Dios en verdad si está escuchándome ayúdame por favor ayúdame… y si, si me escuchó, en ese momento mi vida cambio, llegó un hombre que me enseñó muchas cosas a valorarme, a ver la gran persona que soy y ver al espejo esos 110 kilos que tengo encima.

-¡eh! ¿Estás bien? – Y me tomó del otro brazo y me llevo al restaurant - pásate.
-gracias –le dije
-juan ¿me cubres?
-no te apures. – le dice el chico
-¿y bien, como está tu brazo?
-… - hice una expresión de me vale todo.
-espera - se levantó de la mesa, y fue por una bolsa negra – creo que esto es tuyo, lo dejaste en…
-¿la abriste?
-no, no, no, tiene el mismo nudo que me hiciste, no sé ni que tiene...
-es obvio, que tiene pastillas, si estaba en la farmacia.
-ok, pero no te pongas así ¿quieres agua?
-no quiero nada – le dije muy desinteresada.
-y como te vas a pasar tu medicamento ¿un vaso de agua?
-sí, por favor – y se levantó de nuevo tomé mis pastillas con mucho anhelo.
-¿y bien que te pasó?
-me caí buscando algo, estaba buscando…
-¿esto? – dice el, mientras cruza los dedos, y entre los dedos traía una hoja doblada.
-supongo que no la leíste.
-perdón pero ahora si te falle, ¿porque odias las pizzas?
-que te importa – le grite.
-oye solo quiero ser amable.
-porque si y punto.
-¿por eso eres lesbiana?
-¿lesbiana yo?
-sí, pues eso me dijiste ayer.
-así, si, si lo soy.
-es por eso que odias a los hombres.
-sí, bueno ya me voy gracias por el vaso.
-¿oye, cómo te llamas? – el me grita.
-Mireya – le grite.

Me ayudo a levantarme y me fui, a mi casa pero me preguntaba cómo era posible que un hombre al cual vi de traje y corbata, ahora estuviera de mandil en un restaurant. Mientras pensaba en eso, sentía mucha comezón que me tuve que quitar el yeso cuando voy viendo mi brazo todo lleno de sangre, tenía unas costras espantosas y me ardía ¿ahora que me voy a quedar sin brazo?

Continuara…


Texto agregado el 07-04-2012, y leído por 230 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
07-04-2012 Una cosa que aprecio mucho en la gente es el esfuerzo, la dedicación, eso sin duda lo tienes, y em vas a mandar al diablo por joder tanto, pero vuelvo a insistir, revisa tus textos antes de publicarlos ******** jagomez
 
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