A Julián solo le faltaba un tomo para completar la colección de libros de literatura de la editorial “El Gorrión”. Hacia años que había empezado a coleccionarla, justo cuando cumplió los quince años y su abuelo le regaló tres tomos de dicha colección: “Cinco semanas en globo” de Julio Verne, “Crimen y castigo” de Fedor Dostoievski y “Historia de la infamia” de Jorge Luis Borges.
En el momento en que todo sucedió Julián ya contaba con treinta y dos años, y había leído aproximadamente la mitad de los tomos que conformaban la colección de la editorial “El Gorrión”, que eran ni más ni menos que quinientos.
En la colección había títulos de todos los géneros, de autores de múltiples nacionalidades, de momentos históricos diversos y de extensión variada.
El “bendito” tomo que le faltaba para decir: “Tengo la colección completa” era ni más ni menos que “El camino” de Jorge Raúl Venegas, un autor argentino de poco renombre. Julián había investigado sobre este autor e incluso había obtenido una entrevista con él, pero el tomo no aparecía.
El mismo Venegas quiso regalarle un ejemplar de “El camino”, pero el ejemplar no era de la colección de la editorial “El Gorrión”, así que Julián solo lo aceptó por cortesía, para no lastimar la sabida sensibilidad del autor de “El camino”.
En una ocasión una persona del norte del país respondió a Julián un aviso de una revista de avisos clasificados. Julián saltó de emoción, preparó el auto, invitó a su esposa a acompañarlo, esta no quiso aceptar el ofrecimiento, y se fue solo por las rutas argentinas a un pueblo diminuto de la provincia de Jujuy.
Cuando llegó, los pueblerinos rodearon su coche, fue un verdadero acontecimiento para la monótona vida de esos habitantes, quienes enseguida condujeron a Julián a la casa de Pedro Chaves, el presunto propietario del ejemplar de “El camino” de la colección de la editorial “El gorrión”.
Al llegar a la casa de Chaves, Julián se encontró con una choza, de techo de paja y paredes de adobe. Golpeó las palmas y esperó. Un anciano nonagenario, parecido a un chaman antiguo salió con un librito en la mano y se lo entregó a Julián.
Lo que sucedió después fue que el libro literalmente se deshizo en las manos de Julián. Quedaron trocitos de papel imposibles de reconstruir. Julián se arrodilló allí mismo y lloró desconsoladamente durante varios minutos seguidos.
Los lugareños lo consolaban, aunque no entendían del todo lo que había pasado. Incluso una anciana le trajo un té de hierbas para reponerlo. Julián volvió a su hogar en Ramos Mejía, provincia de Buenos Aires, muy acongojado.
Finalmente una tarde de agosto de 20**, caminando Julián por la Avenida Corrientes, entró a una librería, como cualquier otra y mirando casi con desdén una mesa de ofertas de “3 x $10”, halló el tan intensamente deseado “El camino” de Raúl Venegas, en la edición de “El Gorrión”.
Julián colocó el ejemplar en el lugar vacio que tenía preparado en su biblioteca desde hacía tanto tiempo y pudo decir: “Tengo la colección completa”, ese día festejó con su esposa e hijos lo realizado que se sentía.