Víctima


El hombre va a robarla en el autobús. Esto es un atraco, le dice y presiona un dedo de su mano derecha sobre la espalda menudita. Ella se voltea y le da un beso. El beso más beso del que tenga memoria. Él acaba olvidando que su mano fingía ser un arma y el dedo-pistola se transforma en dedo-dedo, muy sensible ante las texturas de camisa sobre sostén sobre piel morena, tersísima y tal vez dulce. Así el dedo-lengua va soñándose sobre la espalda de la muchacha que iba a ser víctima pero que acaba siendo pura boca, tibia, suave, sedosa, boca sorpresa mezclada con adrenalina.

Es que me gustan los tipos peligrosos, le dice y se baja del bus. El hombre se queda con su dedo bobo y su boca hinchada sentado en el asiento trasero del autobús. La mira a través del parabrisas, toda ella sólo pasos a un lado y otro, golpeando el aire con sus caderas y la boca diciéndole adiós. El hombre se queda ahí pensando que bien pendejo tengo que ser y a las tres cuadras decide bajarse. Va a pagar el pasaje pero es imposible: ella se llevó su billetera.