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Inicio / Cuenteros Locales / pitrimitri / LA VIRGEN DE LOS RIZOS DE ORO

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A todo lo ancho del paraje se veían los viñedos de distintas cepas listas para ingresar al procesamiento del vino. En la casona del fundo también contaban con un alambique para la preparación del pisco reconocido en la región por su pureza y sabor. La lancha ancló cerca de la orilla de la playa de San Andrés. Ella bajó mojándose hasta los muslos con la espuma de la resaca. Tenía la piel bronceada haciendo resaltar sus ojos claros. Sus cabellos cubrían en parte su cuello grácil deslizándose hasta sus hombros como finas hebras de oro.
Cuando la vio, el negro Tomás se restregó los ojos rojos. Vivía en un pueblo de descendientes africanos con personajes de andar quimboso y alegre. Estuvo hasta tarde en el cumpleaños de su compadre Felipe donde no faltaron la cerveza y el pisco, zamacuecas, landó, candombe y un concurso de zapateo a ritmo de cajón. Como fin de fiesta Carmen, la reina del festejo, movía la cintura con el baile del alcatraz con un cucurucho de papel amarrado al trasero y en la que morenos provistos de velas prendidas trataban de quemarla vanamente impedidos por el cimbreante movimiento a los gritos acompasados de “Mueve tu cucú”.
La maratón de fiesta terminaba. El almuerzo llegaba a su fin pasada la medianoche y hasta Felipe, el dueño del santo, se fue a descansar. Al quedar solo caminó hasta la playa deambulando por la orilla mientras el agua refrescaba sus tobillos. Tuvo la precaución de proveerse de una botella de vino para esconderse como un cimarrón, ese esclavo fugitivo que buscaba la libertad en la época de sus ancestros, con la diferencia que no lo hacía en los montes sino el desierto, a orillas del mar, con el ruido acompasado de las olas que se escurrían en la arena en el quehacer cotidiano de la marea nocturna.
Tomás se levantó del banco de arena donde había pasado la noche libando hasta la madrugada. El sol abrazador lo despertó. Aún recordaba a la doncella como un bello sueño. Cuando llegó al pueblo nadie le dio importancia a lo que contó.
Quién no sabía que al amanecer, en la playa de San Andrés, solía aparecer la que llamaban la Virgen de los rizos de oro, la adolescente que se ahogó hace ya tiempo en una noche de verano.

Texto agregado el 04-04-2012, y leído por 172 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
04-04-2012 Hermosas letras. Un placer leerte kone
 
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