Tijuana BC. Abril2012. Está sonrisa.
Hoy no voy a contar nada que no haya lamentado ya.
El recuerdo sigue intacto, y tantas otras cosas que he preferido callar a condición de perderlas para siempre si me fallara algún día la memoria, como el día que entendí que la infancia puede terminar de golpe, sin previo aviso y sin dar tregua.
Intento recordar dónde dejé yo también aquello que diera irremediable paso al resto del tiempo que transcurrió entre la infancia y mis recuerdos.
Me resulta asombroso el funcionamiento de la mente humana… Cada momento que hemos vivido como un tiempo presente se torna rápidamente en pasado, sólo un segundo después… Un pasado lejano, o tal vez cercano… Un pasado capaz de hacerlo presente.
Basta con cerrar los ojos y soñar, recordar o imaginar…
Difícilmente podemos recordar qué sonido acompañaba ése momento que recordamos.
O qué aroma nos invadía en esos momentos de felicidad, tristeza o indiferencia.
Aunque si algo he aprendido es a vivir cada momento como un momento único, para que, cuando en el futuro eche la vista atrás, mi memoria me sorprenda una vez más, y descubra en un rincón de mi cabeza aquel pasaje de mi vida, por un tiempo tal vez olvidado…
¿Que a qué viene todo esto? Recordé de pronto que yo también tuve infancia…y volví a tener esa sensación que tenía, cuando, al abandonar por vacaciones las aulas, marchaba dejando tan lleno de silencio todo aquello.
Me preguntaba qué conversaciones mantendrían los libros al cerrar las puertas.
Quizá por eso, a modo de despedida, iba dejando pasar, disfrazando la vergüenza por reconocerlo en la educación que nunca aprendí, a todos aquellos que, a diferencia mía, no sentían que tal vez al regresar nada fuera igual.
Nunca me he considerado una persona especial, ni siquiera para mis adentros.
Tal vez, en mi indiferencia a sobresalir, he resultado ser una persona extraña.
Quizá por eso alguien me dijo una vez que era un alma tan diferente al resto que por eso me quería.
Nunca pude probar sus besos… sólo que ahora no quiero hablar eso.
En ocasiones pienso que los besos que no nos dimos fueron besos que le robamos a nuestro destino.
Siempre quise ser un poco diferente, tener talento para conversar hasta en silencio.
Aunque siempre la pase rodeándome de quienes me negaban su mirada y me hablaban en sueños, y a veces, me miraban, como sonriendo.
Una vez en un parque, me senté en un banco, me cobijaba la sombra de un árbol centenario.
Intentaba entender las leyes de la física aprovechando aquella corriente de aire. Observaba el efecto de su fuerza, que movía sus brazos imperfectos.
Y de cómo sus hojas bailaban hasta ser arrancadas y caían, zigzagueando, en un profundo sueño.
Entonces, me llamó la atención aquella conversación de dos personas que se confesaban, entre lágrimas, algo relacionado con la pérdida de un amigo… Entendí que la amistad se perdió, como un suspiro, por no sé qué palabras sin sentido.
Sonreí al recordar mis sueños, creo que fue mi mejor inversión de futuro.
En otra ocasión tuve un compañero que me preguntaba, no sé si por interés o simplemente por cortesía, acerca de mi pasado.
De mí día a día.
Un día me trajo hasta este café, en este rincón.
Ofreciéndome un cigarrillo y sin previo aviso, llamó a aquel camarero que se pudre tras la barra desde hace tanto tiempo que se ha olvidado de sonreír.
Pidió para mí el mismo café que ahora bebo y él, una copa.
Me hablaba sin parar, entre el humo y las nubes, y sus palabras se diluían a pequeños sorbos.
Entremezclando todo aquello en mis oídos, mis ojos, y el hielo, que poco a poco se ahogaba como lo hacen las penas, decía, antes de pegar el primer trago, me preguntó por mis amores…
Yo, que no esperaba esa pregunta, tragué saliva.
Reflexioné al tiempo que sonreía.
Levanté mi mirada hasta dar con sus ojos, y le dije sin vacilar: La última persona que entró en mi corazón lo dejó tan desordenado que todavía, cuando alguien me pregunta si me han robado, sonrío al pensar que sólo dejó su recuerdo…
Yo no sé si las sonrisas capaces de asomar después del llanto son acaso más felices…
Está sonrisa asoma a los labios porque hay recuerdo, y algo de lamento.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde hoy vengo a dejar esta huella porque mañana toca reinventarse de nuevo.
Andrea Guadalupe.
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