DON TOMASITO, EL CUENTERO DE LA FERIA DE LOJA
Llega la Churona del Cisne a Loja el 20 de agosto y todo negocio bueno y malo empieza a prosperar. Esto se lo sabe de memoria Don Tomasito, un viejo orate y cascarrabias, que había salido por la sequía de uno de esos pueblos quemados por el sol de la provincia de Loja.
Era un tipo así como echando a viejo, de hablar raro y sonrisa chimuela; se había cortado el pelo al mate dejándose crecer la barba para impresionar a sus clientes, a los devotos de la Churona, que por cientos y miles, de todas partes, llegaban a la feria de Loja. Don Tomasito y su vestimenta estrafalaria, con pantalones anchos de “pasar el rio” y camisa sebosa olor a sobaco, sobre la cual lucía un poncho de lana rayado amarrado, a propósito, en la cintura, con bejuco de ayahuasca, calzaba un par de quetas lecheras de caña alta que a leguas hedían a pecueca, de la legítima.
Iba encorvado, caminando despacio, maldiciendo a cada paso y cargado su negocio a la espalda en una caja bien grande de cartón, donde llevaba toda su mercadería y a la enigmática boa anaconda.
Llegando y no llegando a la feria, Don Tomasito hecha un vistazo y hace valer su buen ojo de negociante; se instala en el mejor sitio, cerquita de la entrada por donde pasa toda la gente. En un santiamén arma su tarima y, trepado en ella, respira profundo tres, cuatro veces… se santigua, dice unas palabras incomprensibles, y luego empieza a pavonearse de acá para allá mirando al cielo y refregándose las manos. De pronto empieza el derroche de su labia.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches, señoras, señoritas y señores, viudas alegres y afligidas, solteras, solteronas, solteritas casanderas, bien o mal casadas, descasadas, divorciadas y ajuntadas, damitas y caballeros. ¡Si señores!, aquí vengo, aquí voy llegando, yo soy quien soy, y no me parezco a nadie y sé de dónde vengo y a dónde voy. Yo soy quien sabe lo que usted no sabe, y si no lo sé, hasta me lo invento, pues…
Mi nombre Tomás Hermógenes Jacinto de la Purificación, ¡el suscrito servidor! Soy médico, chamán y brujo internacional. No soy ablantinoso, solo por curarles he llegado, solo por curarles he venido a esta culta ciudad. Vengo del Oriente y conmigo he traído a la Divina Serpentolla la boa, macanche, víbora, anaconda, serpiente, culebra más grande brava y encantadora, de la que de su veneno saco para todas, toditas mis recetas, pomadas, pócimas, infusiones, brebajes, ungüentos, cataplasmas, emplastos y bebedizos que curan todos los males de los benditos mortales. Vengo andando mucho, vengo andando a pata desde la tierra del sol naciente hasta la tierra del sol poniente, pasando por la selva y el Amazonas, vengo de trabajar harto, vengo de trabajar duro con el Indio Calazacón, ¡mi gran amigo y colega! El colorado más sabiondo, leído y experimentado, el que me dio el secreto para curar de los cristianos todos sus males porque hace rato ¡mis queridos amigos! muchos malos aires y espantos andan volando y sobre su casa revoloteando.
Voy a doblar mi rodilla, voy a hundirla en la tierra y voy a presentarles una serpiente boa-anaconda, la hembra más hermosa, llamada SEM-PER-TO-LLA que ustedes no conocen y que la van a ver aquí mismo, frente a frente, y con sus propios ojos, dentro de poquísimos instantes, cuando la familia Miranda y Miranda y la familia Robalino se hayan ido barajando por otro camino.
Soy chamán, yerbatero, curandero, cirujano, magia blanca, magia negra y de cualquier otro color, hipnotizo novia, suegra, nuera y rival, rubia, colorada o negra, y leo el pasado el presente y el futuro en la mano. Porque yo soy médico y brujo emparentado con Satanás, y por eso de curarlo hasta al mismo diablo soy capaz, si tiene algún maleficio, curar es mi oficio y su beneficio y hasta curo los males de los siete orificios.
Si por andar a deshoras y destapada la mollera, usted, señor ha cogido un mal aire o el sereno y por eso anda vomitando, con diarrea, carilargo, pegajoso y compungido, ¡venga, nomás, venga que nosotros le curamos!, con el cataplasma las siete albahacas, ruda macho, marco, poleo, chine de caballo y otras hierbas de la misteriosa selva selvática. Ha de ponerse durante el día y por tres días seguidos en la tapa de la mollera y ha de guardarse de salir por la noche ni enredarse en ninguna pollera.
Si el endiablado de su hijo, por andar haciéndose el loco, se dio la cabeza con otra cabeza, y como tiene la cabeza bien dura no se partió como sandía, allí como cacho de chivo un chichón grandote le ha salido, sóplele madrecita un poco de aguardiente alcanforado, sóbele después jaboncillo y péguele encima esta monedita de pura plata que le chupa toda esa sangre molida que iría directito al corazón. ¡Peligrosísimo! Yo también soy padre de hijos maltones y sé que, ni un solo rato estos jurguillas se están quietos. Señora, caballero me va a agradecer por lo que le he traído, y a módico precio, desde la tierra de los incas peruanos.
¡Lleguen, nomás, vengan, acérquense con confianza!, las gordas y las flaquitas, las feas y las bonitas para cazar marido, les tengo un saldito bien surtido de ungüentos de la Divina Serpentolla que está descansando por el momento. Dejándome de historias también les traigo hilos, tangas y tanguitas, calzonarias y bombachitas sahumadas en incienso y palo santo para que estén perfumadas. Pónganselas con toda buena intención y sáquenselas cuando llegue la ocasión.
Solo dígame de qué sufre usted, que yo tengo el brebaje para que todo mal le baje: mal humor, mal aliento, mal de amor y mal entendido, mal habido y mal tenido, mal tratado, mal parado, mal querido y mal parido. Yo soy jíbaro de nación y por eso le digo con la mano en mi corazón que uña de la gran bestia traigo para darle fuerza, pata de venado para caminar bien apresurado, hígado de tumulle para el asma que lo tiene acoquinado, borojó y guayusa para usted que ya no la usa, caldo de pichón para el raquítico y nada comilón, huevos de toro, huevos de codorniz, leche de chiva, leche burra parida, carne de gato manteca de oso, huevos de angelote, caldo de guanchaca tierna, cresta de gallo guarico, huevo del día, huevo del viento
Acérquense, sin-vergüenzas, acérquense sin vergüenza ninguna, vengan para pulsarle las muñecas, mi abuelita era malera y yo soy el mejor curandero, chaman y yerbatero.
No me diga, no se me adelante, porque yo sé, yo estoy viendo, que usted tiene un chupo o “nacido” bien grande, ¿Dónde? Vaya a saber la gente y hay que ser prudente. Los chupos ni a las partes nobles respetan, ni ninguna otra parte. Ya no sufra, ya no llore, no se aflija, ni se afloje, a mí no tiene que mostrarme dónde. Solo tiene que embadurnarse en la parte afectada con el ungüento Sana, sana culito de rana y ese chupito desaparecerá hoy y a más tardar mañana.
Hay maridos que se acobardan por el negocio caído, no deje pasar el tiempo, yo ya le encontré el remedio. En ayunas jalea real y tres gotitas de este frasquito va a tomar y verá usted que hasta un muerto se vuelve a parar en no más de treinta días. Y contentísimo va a decir como el molusco le decía a otro molusco ¡mira mi hermano mira como luzco!
Venga, venga doñita, para borrar esas manchas, ese salpullido, ese paño que le jodieron su cara y la dejaron “Sinatra” sin atractivo digo. Tengo una buena purga que la mantengo en el más puro secreto a base de las cuatro babas: baba de caracol, baba de sábila, baba de melloco y un poquito de sus propias babas, se me toma en ayunas esta receta y se unta este ungüento en todo el cuero de su cara que por ahora se la ve fea y rara. Vuelvo y repito mi comadre, se me embadurna con generosidad la pomada y se me toma en ayunas la medicina y verá en pocos días que la milagrosa purga pondrá su cara tan bonita y tan lozana como la de María Juana la rival de su hermana.
Bendito sea taita Dios que le hizo la cresta al gallo, la uña al gato, la lana al perro, la cola al caballo, el pico al diostedé, patas a la araña y bien tonta a tu ñaña, a la mujer le dio por donde y al hombre le dio con qué.
Señora, señorita, chiquilla, ¿siente que le pica y no aguanta el ardor?, rasca que te rasca, rasca que te soba. También para usted hay remedio: la infusión de mastuerzo que le cura desde el hueso hasta la comezón del pescuezo.
¿Es infiel su marido? Cójame nomás la golondrina, arránquele el corazón, déselo en agua de limón y al retrato del infiel me le clava un alfiler en la mitad de la frente, y verá que de repente vendrá el desgraciado a implorarle perdón.
¿Qué dice usted señora? ¿Que la culebra no la ha visto?, ¿que la culebra no la ha tocado? Espérese un ratito que ya casito la saco, mi Serpentolla está durmiendo, mi Serpentolla está descansando, la tengo bien escondida, la tengo bien guardada, me la fueron a traer, es grande, grandota y venenosa, pero no tanto como la lengua de los que están murmurando… ¡así es mis estimadísimos amigos! ¡Sigamos trabajando!
Si se le infla la barriga como globo de feria porque las ventosedades están atascadas, machaque la raíz de la pedorrera y haga con esta un bajeado más tres gotitas de Pedogas que usted adquiere aquí, en un tas con tas y a toda velocidad le sale de una vez esa molestosa ventosedad y queda bueno otra vez.
Asiento caliente ni el de tu pariente ¿Que tiene almorranas? ¡Ya lo sé!, ya me había dado cuenta mirándole esa cara de cabreado que lleva usted, por esa vaina de almorranas que le han pegado y lo tienen hinchado a usted.
Mis distinguidos amigos, mis dilectos pacientes, con toda mi larga experiencia les digo que la fisiopatología de las almorranas es bien difícil de curar. Solo quienes, como yo, nos hemos quemado las pestañas estudeando para arrancar los secretos a la ciencia les traemos estos emplastos medicinales de linaza de las lejanas tierras de la India para cedérselos a vuestra merced Anímense, anímense, nomás y verán como queda papelito otra vez de la cabeza hasta los pies.
Y por si acaso traigo otro remedio para el marido de su merced, que me late que es muy perro, sinvergüenza y nada fiel: de un solo tajo arránquese un pelo de abajo, de los del pie, tres pelos del sobaco y un chorrito de mi agua de pena pena que la he traído para vendérsela solo a usted. Sígale haciendo al marido el chocolate y en eso de bate que bate en un descuido hágale beber el brebaje hasta que por fin se vuelva perro fiel.
Si su hijo se ha puesto barrigón, ya no le dé más purgantes, embútale al pipón, mi menjurje de aceite de paico y palitaria, por la boca y por la nariz y verá que en un tas bota la solitaria, las cuicas y también la lombriz.
Sonsera o tontera de la cabeza, sordera o petaquera de las orejas, párpado caído, suspiradera, pachorra, pesadez, apretazón en el pecho, angustia en la boca del estómago, desespero y pálpitos del corazón. Estos son los síntomas del “mal de ojo” por la pura envidia, porque usted ha prosperado, porque usted ha surgido y un pana, compadre, vecino, dicho amigo no aguanta su éxito y le tiene tirria.
Ya no tiene por qué sufrir, nada más que se lleva esta botellita de preparado para que en ayunas se sobe en las manos, en los pies, un poquito en el pupo y lo demás en el pecho, en las ingles y en la sien.
Espérense un momentito, no se me vaya a ir usted porque ninguno tiene que pagar por la entrada ni tampoco la salida, ¡mi estimado! Nada más póngale mucho cuidado y mucha atención que solo aquí puede encontrar para todos, toditos sus males la curación.
Si a su marido no se le para.....No se le para el corazón, estoy diciendo, es por pura suerte señora. Su marido ya está entrado en años. Empiece a preocuparse y dele en ayunas miel de abeja africana de la brava, de la que pica y hace roncha y que la traigo para usted doñita y para su marido también, dele todas las mañanas miel de abeja enserenada para que ese órgano se le ponga bien duro y responda dándole como bombo en fiesta por lo menos cien años más.
A los entraditos en años que todito se les empieza a arrugar si quieren verse igual después de 20 años, tómense una foto ahora y véanla en veinte años más. O más mejor será para usted este remedio: cójame el palito del higo macho y con él saque de esta cajita el famoso ungüento de la eterna juventud; frótese en cuatro, en cuatro lugares de su cuerpo en la coronilla de la cabeza, en las plantas de los pies, en las manos y en cada sien, durante cuatro lunas llenas, y verá que los años pasan y no dejan huella en usted.
Todo mi conocimiento, toda mi experiencia de andar por este mundo curando desahuciados, levantando muertos y aliviando todos los males y desventuras malhechos y hechizos, todo les traigo por solo unos pocos dolaritos, no les voy a cobrar ni diez ni ocho, ni siete ni seis se los voy a dejar en cinco porque ustedes son mis amigos, mis panas del alma y andan un poco chiros, pero para que vean que yo vine a regalar, lleven dos frascos de cualquier bebedizo y una caja de ungüento por los mismos cinco dolaritos, pero el que tenga cuatro en la mano es suya la promoción ¡Atención! ¡Oigan bien esto! ¡Este negocio es solo para jefajos avispas! Si hay más de cinco compradores se las dejo en tres. Levanten la mano los que sí saben entrarle a los buenos negocios, los que saben comprar y saben ahorrar.
Bueno, bueno, mis distinguidos, a aquí doy, aquí entrego, una pomada para usted y un bebida para usted… y otra más, no se aglomeren, no se amontonen he traído para todos…Damas y caballeros, aquí hay solo tipos inteligentes, a ver señor, a ver señora, la platita en mi mano y la promoción en su mano. Vaya comprando, vaya pagando, vaya llevando... Yo por aquí no vuelvo hasta el próximo año, Dios mediante. Vaya, vaya aprovechando, sacando la platita y comprando.
Como pueden ver señores, he vendido, he regalado casi casi toda mi mercadería, he hecho el bien y he sanado a mi prójimo. Ahora empaco mis maletas y me voy caminando, la vida me lleva en busca de otras metas y otros pacientes me esperan en el otro lado del mundo.
Adiós, adiós ¡Que taitico Dios y su mamita la churonita del Cisne me acompañen y también los acompañe a ustedes, hasta que vuelva este su servidor Tomás Hermógenes Jacinto de la Purificación… y por más señas chaman, médico, curandero de profesión.
Zoila Isabel Loyola Román
ziloyola@utpl.edu.ec
Loja Ecuador 31 de marzo de 2012
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