Tijuana BC ABRIL 2012. Una semana santa extraña.
Tengo un equipo de música que ha olvidado cantar.
Guarda polvo y sirve de base para mi rosa acurrucada en sí misma a pesar del sol que hace. Tal vez esperando el agua que no le doy.
Hay además un soporte para los sticks de incienso que me ayuden con esa sensación de relajación que ahora siento.
Hacía tiempo que no escribía.
No por falta de ganas, sólo que no tenía nada que contar… Alguien se llevó mis palabras, las que nunca llegué a escribir.
Es por eso que no las voy a pronunciar ahora.
Sólo quería escribir de lo que me pasa, de lo que siento.
Sólo quería hablar un momento de algo que malvive en mi interior.
Sólo quería hablar de algo que ya está hablado.
Es por eso que me conformo con recordar las palabras del poeta mientras miro hacia la ventana, y me detengo, sabe Dios, por qué, al mirar una radio que enmudeció hace tiempo.
El cielo se ha tornado de un color rojo naranja, caen algunas gotas que desafían a la primavera.
Y el paisaje, tan de hojas rojas, con sus flores escondidas bajo la tierra o Dios sabe donde. Y los árboles, desnudos, parece que hablan del invierno que recién se fue.
Es como si la ciudad estuviera vacía.
No hay nadie por sus calles, y pasear se convierte en un privilegio.
Sólo unos pocos ancianos comparten sus palabras.
Tal vez no tengan un lugar donde pasar la semana santa.
Tal vez estén cansados de viajar… Sólo unos pocos pasean bajo un cielo que amenaza con romper a llorar y bañar las palabras que no han de rasgar, sino acariciar como se acaricia a una muchacha.
Resulta melancólico y romántico casi por igual ver los columpios, antes hartos de risas y de niños, palidecer en el olvido de una infancia, recordada recientemente en las palabras de un hijo al que quiero y admiro.
En el camino, el sol, coqueto, se reflejaba en las aguas de un mar sosegado.
Todo sigue igual… en mi recuerdo nada ha cambiado…
El sol, todavía en lo alto, parecía disfrutar conmigo del paisaje hasta donde la vista alcanza. Como si no existiera el mañana.
Como si el presente se detuviera para dar paso a lo eterno.
Cargado de recuerdos de infancia.
Entremezclados con historias que nunca llegué a vivir, aunque que me hubiera gustado hacerlo.
Es una semana santa extraña.
Con ilusiones sin final feliz por no sé qué paisaje invernal.
Falta el calor de los de siempre, que no impide sin embargo mantener la rutina.
Extraño el sol en el camino a casa todas las mañanas.
No porque no estuviera.
Dicen que unas nubes cargadas de nieve lo escondían, tal vez detrás de las montañas.
Sin darme cuenta empezó Abril con todo por resolver y mucho tiempo por delante.
Las risas al otro lado del mundo y los cafés con quien quiero porque me quieren… O tal vez me quieran porque les quiero.
Y sólo me río con la sonrisa inocente de mi hijo.
Ya es de noche, ya hablo del recuerdo y empiezo a echarla de menos.
Si la tuviera esta noche a mi lado…
Hay un brazo que se levanta y se agita y habla de no sé qué despedida.
Es extraño, ya debería estar acostumbrada, y sin embargo me duele más cada día.
Hay alguien que se aleja, y sus ojos, no lloran no obstante lo intentan.
Aunque no salen más lágrimas por estos ojos cansados de llorar.
No quisiera avergonzarme de que me puedan señalar con el dedo por llorar.
Hay una mugre perrita chihuahua que se guía hasta mi habitación, a veces cerrada.
Y me ladra y me insiste sin yo escucharla porque no estoy tras la puerta.
Y cuando me ve aparecer, como por arte de magia, como un conejo que asoma por la chistera, me regala su alegría.
Hay un bocadillo con alto contenido en grasas, capaz de espantar al último en llegar.
Y aunque en la mesa no estemos todos, no falta la buena compañía… acompañada de café… ¡Ay ese café!
Hay tratos rotos y un imbécil que rompe tratos.
Hay tratos que no requieren ser firmados.
Ay lo que hemos creado…
Hay amistades que retomar en el punto en que quedaron.
Hay enfados que duran casi una vida.
Que nadie sabe como empezaron, en qué parte del camino quedaron olvidados.
Hay soledad.
Me pregunto si deseada, o tal vez forzada.
Hay esperanza y hay desilusión que se olvida y se repite cada semana.
Hay un recuerdo que no se olvida.
Un sentimiento que no se siente.
Y aunque no se me entienda, yo sé que lo hacen, me entienden.
Y si en sus recuerdos hay nostalgias, también para ella son estas palabras.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde mi vida, hoy amaneció como el despertar de un sueño, con los besos y abrazos todavía presentes en el recuerdo, ausentes en el presente.
Andrea Guadalupe.
|