Tijuana BC. Abril 2012. Al contemplar el paisaje, se escudriñan los esplendores de sus costas y desiertos, de sus valles y montañas.
Y viene a la mente, que aquí, BC, es un paraíso cincelado por el tiempo, una tierra y un mar, donde la luz, canta como el primer día de la creación.
Y su canto es un eco poderoso que, al contemplarlo, estremece en un asombro que nace de cada parpadeo.
Aquí, la mirada se encandila, porque ver este paisaje, es adquirir carta de creyente.
Descubrir la belleza de ésta tierra, es captar lo que la naturaleza tiene de sutileza y misticismo.
BC, retrato remoto de un mundo moldeado por la luz y el tiempo.
Maravillas naturales y humanas como las marcas dejadas por: indios, misioneros, colonizadores, gambusinos y empresarios en su afán de sobrevivencia y desarrollo comunal: Petroglifos, iglesias, fabricas, canales de riego, plazas comerciales.
BC, mundo pleno de arena y roca, de luz y viento, de agua y nubes, de erosión y formas caprichosas, lo mismo que de signos detestables de la presencia humana en forma de residuos.
De La Rumorosa a La Bufadora, del rio Hardy a la laguna Hanson, de la sierra Cucapá a la de San Pedro Mártir, de Cerro Prieto a El Centinela, del Valle de Guadalupe al cerro del Cuchumá, de las misiones derruidas a las rancherías indígenas, delas pinturas rupestres a los grafitis de barrio.
Imágenes que labran el mapa de la realidad que sacan a la luz, atmosferas alucinantes de un mundo extraño, fantástico e inesperado, que emerge entre reflejos multicolores, evidencia de los espejismos que constituyen nuestra estirpe y las siluetas del entorno.
En mi narrativa, intento mantener una obsesión que no se atiene a modas o gustos dominantes, donde la visión es un encandilamiento, una compulsión por atrapar el paisaje con todas sus filigranas y detalles.
Donde desfilan rostros, soledades, azares y necesidades que se traducen en imágenes de realidad, con una mirada lucida y apasionada al mismo tiempo, con una capacidad de asombro que se ha mantenido vigente.
Narrativa que intenta la representación del entorno como parte indisoluble de quien contempla y reproduce, donde la objetividad y la subjetividad se suman, no se restan, en la cual, la mirada que se maravilla del paisaje, y la mirada que lo analiza, son una misma.
Vorágine y mesura, paisaje de luz suprema, donde las dunas fascinan, al igual que el calor, las reflexiones y las quimeras.
Donde todo está en el justo medio, donde se puede apreciar a la naturaleza sin sucumbir a su hermosura o contemplarla con desdén, y se sabe la exacta medida del ser humano en relación con el mundo en que vive.
Aquí la luz es formidable, de una fuerza que no deja en paz.
Escribir y describir una zona desértica, es difícil, aunque, en todo hay una historia esperando ser contada, en una piedra, en una rama, en un chamizo.
Sólo es cuestión de advertirlo y tomarla, en la narrativa, lo menos es más, porque es universal, democrática, ya que no conoce fronteras y no discrimina a nadie.
Y aunque cada quien escoge sus causas y sus batallas, yo peleo por la narrativa del norte y la bandera arcoíris que marcha contra corriente.
Y en vez de documentales sociales o crónicas urbanas, intento ser fiel al espejo del paisaje que está más allá de los vaivenes de la historia o de los conflictos de nuestra sociedad.
Recordando que nada, ni una piedra al borde del camino, una nube que pasa, una duna al sol, se pierden para siempre, si se logran captar en palabras escritas como imágenes perdurables, como instantes irrepetibles en su eternidad.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, caleidoscopio que siempre sorprende con sus maravillas. Andrea Guadalupe.
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