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Hay ciudades enteras donde los niños no pueden jugar futbol. No hay balones, no hay canchas, no hay permisos. No se necesitan permisos para soñar. Pero para cumplir los sueños no se sabe. Tal vez un poco de ayuda, algunas facilidades. La gente idiota no te va permitir jugar futbol. En la escuela había una cancha de futbol y era raro que nos dejaran usarla. Siempre había un jodido castigo que terminaba arruinándonos la media hora de fútbol a la semana. Alguien que hablaba. Simplemente hablar, de cualquier cosa. Motivo de castigo. Tenías que pagar en un jodido club para que te entrenaran a tope. Si lo que querías era jugar, no correr. Corres cuando juegas. Recuerdo pocos días de futbol en los que el cansancio no era un problema. Jugábamos con un bote de plástico relleno de envolturas de papitas. Luego al llegar a casa si acababa la tarea a tiempo. Nunca debí haber hecho la tarea. Me arrepiento de eso. Pero mi mamá no entendía esas cosas. No tenía la menor idea de que jamás recuperaría esos días de gloria, juegos épicos, jugadas de los dioses que alimentan los sueños. No hay nada como eso. Y lo poco que recuerdo es un gol anulado. Uno que metí en la calle. Cuando nos juntábamos acá abajo y poníamos piedras de porterías, antes de que los vecinos comenzaran a quejarse porque obstruíamos el paso de los carros, antes de que todos los que jugaban conmigo perdieran la ilusión, rompieran sus sueños y se volvieran drogadictos. Nadie logró ser profesional. Algunos estuvieron cerca. Recuerdo a Junior. Junior era un crack. Todavía hace un año jugábamos juntos. Las cosas no se dieron para él. Quizás tenía miedo. No lo sé. Hace un año todavía jugábamos en las canchas que se llevó el río. Yo siempre he creído que él es el mejor futbolista del país. Pero el tipo se la pasa toda la semana en una oficina. Así es el mundo. Pero los fines de semana va y juega 5 partidos seguidos y en todos anota. Cómo amé ese equipo en que jugábamos. Estaba mi hermano y sus amigos de la secundaria, entre ellos junior. Yo metí un par de dianas. Yo siempre fui un caza-goles frustrado. Pero el equipo me tenía fe porque estaba loco, y porque me divertía en la cancha, y por eso me ponían de delantero. A veces mi falta de seriedad era señalada, pero después entendieron. Entendieron todos, nos entendimos de maravilla, como ninguna mujer podrá entender a un hombre. Pero así es la vida. Así se van las cosas buenas y no vuelven. Y hoy que hay futbol todos vamos a verlo. Y vamos a pensar otra vez que pudimos estar ahí, o tan siquiera Junior. Hay jugadores tan malos en primera división. Y uno ve a junior disparando, de fuera del área, de media cancha, haciendo túnel, de taquito, y yo devolviéndole la pelota, y yo rematando sus pases. Qué buenos tiempos. Cuando metí ese gol que Junior me pasó después de meterse a línea de fondo. Yo la detuve y tomé todo el impulso necesario y le pegué lo más duro que pude. La pelota pegó en un defensa y luego en el poste y se metió. Ese día ganamos uno cero. Podrá no ser una historia de interés social, pero para mí es lo más grande que he vivido. Lejos, muy lejos de cualquier otra cosa. |
Texto agregado el 31-03-2012, y leído por 165 visitantes. (1 voto)
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