(Cuentos del "Cura de los Brujos")
¿Saben lo que significa “dislate”?
Uno se empobrece, se embrutece y... lo demás.
Un amigo sacerdote de ciudad me hizo una observación: ¿Y cómo te queda tiempo para escribir cuentos, habiendo tanto que hacer?
Pacientemente le expliqué dos cosas: Yo no solo escribo estos relatos. También escribo folletos baratos sobre diversos temas religiosos, para mis feligreses. “Baratos”, porque son escritos cortos y sin afán de lucro, (los "subvenciono" yo mismo o los regalo), pues lo que me interesa es que mis feligreses los adquierann fácilmente y conozcan más a fondo su fe. Y también “baratos”, como otro amigo me dijo despectivamente, porque son muy simples. Pero, lo importante pienso yo, es que están al alcance de mis feligreses, que los entienden y crecen en fe y conocimientos.
El otro punto, le respondí, es por “profilaxia mental”. ¿Cómo así?, me preguntó intrigado por la palabrita de día domingo que saqué. Y le expliqué largamente:
Como tú sabes, estuve misionando en lejanas tierras por algunos años. Fue un regalo del Señor. Allí observaba que un hermano sacerdote que pastoreaba una parroquia muy lejana, cada dos meses llegaba y pasaba unos quince días visitando a sus familiares y a nosotros mismos en nuestras parroquias. Y por supuesto, era muy bienvenido entre nosotros, que nos frecuentamos muy poco. Comenté eso a otro amigo sacerdote, y él me explicó:
Hay varios que hacen lo mismo, y es muy, pero muy importante y conveniente hacerlo. El otro día cuando le preguntaste sobre sus viajes, le escuchaste decir que desde la parroquia vecina a la suya, él tardaba ocho horas de camino, sea a pie o a caballo. Tú quedaste sorprendido, y él te contó que se cansaba mucho al estar ocho horas montado, así es que parte
--
del camino lo hacía a pie llevando la bestia del cabestrillo, y otras, montado. Y la rapidez era la misma, por la dificultad de los escabrosos senderos. Con frío o con calor, lluvia o sol quemante.
¿Y qué tiene que ver eso con su tan frecuentes y largas venidas?
Pues, ponte en su lugar. Los feligreses de su parroquia son prácticamente todos analfabetas. Han ido a la escuela sólo por dos o tres años. Él recorre todas las veredas (sectores) frecuentemente, y se queda con la gente, se pone al nivel de ellas, en sus temas de conversaciones y preo-cupaciones. Algo parecido nos sucede a ti y a mí en nuestras parroquias. Tal ambiente es muy pobre intelectualmente, y el resto del mundo para ellos es casi como Marte o Júpiter para nosotros. Además, el alcoholismo es muy grande.
Todo eso es un peligro para nosotros los sacerdotes. Si nosotros no hacemos lo que nuestro hermano, bajar frecuentemente a estar con nues-tros compañeros y familiares, corremos serio peligro. Y concluyó con una frase que nunca he olvidado: Quedándose siempre en las montañas, “un sacerdote se empobrece..., se embrutece y... se emputece”, agregó, juntando piadosamente las manos, con los que nos hizo reír a todos los presentes.
Por eso, yo “pierdo tiempo” escribiendo, mi querido hermano. Tú eres sacerdote de ciudad. ¿Qué hace uno e el campo cuándo llueve y no puede salir a un sector a visitar feligreses? ¿Qué hace uno cuándo no le toca ir a un sector? ¿Y qué, cuando la gente se acuesta temprano y ya no es prudente visitarlos al oscurecer? Yo rezo y escribo, lo que sea. A menos que me acueste temprano también, lo que a veces hago.
Tienes toda la razón, comentó mi hermano cura. Así es, sigue escribiendo cuentos, nomás, para que no te em... brutezcas.
¡Curas “agnósticos” nomás!
Por esta conversación, me decidí, después de escribir “Minucias”, a escribir estos “dislates”, para que sepan ustedes por qué pierdo tiempo escribiendo algunos hechos extraordinarios que en Los Brujos suelen pa
--
sar.
No hice a mi compañero sacerdote de ciudad otra precisiones filosóficas, porque nos pasamos a conversar otros interesantes temas, y porque mi hermano ese es muy agnóstico. Y yo también.
¿Porque, ¿no lo sabían ustedes?, los curas somos “agnósticos” en muchos aspectos. Por estudio, revisamos toda las Escrituras, para saberlas interpretar sabiamente, y no aceptamos de buenas a primeras explicaciones simplonas sobre la fe. Tampoco sobre lo que nos cuentan o se habla por ahí.
La mayoría lo son ante los casos que suceden en Los Brujos. Simplemente lo rechazan o no se pronuncian.
Mi compañero me dijo por qué perdía tiempo escribiendo “cuentos”. Porque para él, todo lo que les he ido relatando son cuentos. Varios los toman como tales. Yo los dejo nomás.
Pero, yo les aseguro, (“te juro por los cuernos de mi abuela”, como decía un campechano que, al parecer, se creía vaca), que son la pura y santa verdad.
Agnósticos muy ocupados.
Mientras conversaba con un obispo, algo importante por supuesto, empezó a abrir la abundante correspondencia que le había llegado Eran tres folletos. Y me comentó: Hay gente cree que uno tiene tiempo para leer todo lo que nos llega.
Siempre he admirado la enorme capacidad de trabajo de obispos, Vicarios Episcopales, y de personas importantes del quehacer nacional. ¡Tanto que hacen cada día! ¡Pasan tan ocupados! Los admiro pero no los envidio. Siempre he sido cura de campo y he tenido el ritmo de la naturaleza que, salvo contadas ocasiones, no anda a saltos y apuros.
Mi falta de capacidad me impide andar normalmente apresurado. Me atoro. El ritmo campesino y la relativa pequeñez de mi campo de trabajo, comparada con la de los importantes, me permite, leer de vez en cuando una buena novela o entretenerme con películas de la TV, de esas que, mientras más muertos, mejor. Antes, me movía mucho más, pero sufría de gastritis y de otras “itis”.
Ahora no.
¡Qué bueno que haya gente capaz de trabajar con mucho rendimiento, y muchas cosas a la vez! Son los que hacen progresar al mundo.
Pero como a mí nadie me ha dado la misión de cambiar al mundo, me puedo dar el lujo de mirar la vida con calma, y llegar solamente hasta donde soy capaz. Y de escribir historias para otras personas capaces de perder también el tiempo leyéndolas.
Hace años leí esta historia:
En una cuadra del pueblo había tres pescaderías. Uno de ellos escribió un letrero: “Pescadería La Gaviota, La Mejor Pescadería Del País”. La propaganda surtió efecto y empezó a vender más, hasta que el de la segunda pescadería puso un letrero más grande: “Pescadería La Corvina. La mejor Pescadería Del Mundo”.
Tanto le insistieron algunos al tercero que colocara también propagan-da, que se convenció y escribió un letrero sencillo pero atrayente: “Pescadería La Jibia. La Mejor De La Cuadra”. Y le iba bastante bien...
Yo me conformo con ser “el mejor cura párroco de Los Brujos”. Y lo he logrado, porque... soy el único.
Aunque ahora cuento con un Vicario Cooperador. ¿No se lo había comunicado? ¡Bueno que soy despistado!
Y para no olvidarme, dejo para otro día el resto de los “dislates” y paso a este asunto, que tiene su historia.
|