¿Quo Vadis, nena?
Ni tu misma lo sabes, acéptalo.
Somos Mortales desde la hora misma del nacimiento.
Y yo no soy un predicador de credos nuevos.
Tan solo soy un hombre vagabundo que no tiene ni techo ni paz.
Serénate, Hija.
Beberemos el nepentes para olvidarlo todo,
Comeremos lotos dulces que nos llevaran a la locura,
A la gresca, a la violencia.
O, quizá, descenderemos a contemplar nuestro auto desmoronamiento,
Centímetro a centímetro mientras nos venden la última novedad de Apple,
Mientras la televisión nos modelara la consciencia,
Mientras proclamamos nuestra singularidad vestidos iguales a hordas pluscuamperfectas
De peripatéticos inanes inenarrables.
Se nos secara el seso y el bolsillo, mientras creemos en Mesías de oropel,
Que se ofrecen a todo color por MTV, Por HBO, Por Cualquier canal de Cable.
Ninguna promesa se nos cumplirá por mucho que nos esforcemos,
No habrá bellos finales felices ni tampoco fuegos de artificio:
Solo quedara tu ectoplasma y el mio, humeantes, gastados, apestosos.
Quizá entonces podríamos comprender que Satán no esta en el trono,
Y que llamamos por cobrar a ninguna parte.
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