Las sombras de la noche invadían las calles de aquel pueblo, las nubes tapaban por completo la luna y las estrella no dejaban ni el rastro, un perro aullaba en una esquina, el viento, travieso, jugaba con las hojas que lloraban los árboles en aquel triste otoño, hacia frio y parecía que iba a nevar en cualquier momento. El reloj de la iglesia dio las diez de la noche, ya todos dormían, los niños, las mujeres, los hombres, los abuelos, los jóvenes, los vagabundos, el cura y las hermanas del convento, solo había una luz en el pueblo, una luz tenue, que provenía de una casa muy vieja, maltratada por los años, por los jóvenes y sus grafitis, por las lluvia, el viento y el descuido de quien la habitaba, Perpetua, un alma en pena, encarcelada en el cuerpo de una mujer sufrida, que toda su vida no había sido más que la loca del pueblo.
El reloj dio las diez y media, Perpetua salió de su casa con su tapado negro, largo hasta los pies y un ramito de rosas blancas, caminaba por las calles recitando una oración:
“A la luna vestida de blanco, a la luna vestida de blanco,
Yo voy a llevarle flores a los santos”
Y lo repetía constantemente hasta llegar al cementerio, el reloj de la iglesia dio las once, el sereno del cementerio dormía y no se percató de su llegada, caminaba por todo el camposanto repitiendo una oración:
“La luna se viste de blanco, la luna se viste de blanco,
Yo vengo a traerle flores a mis santos”
Llego a un viejo mausoleo coronado por un letrero de metal” Flia. Buenaventura” Saco la llave de su bolsillo, lo abrió lentamente y dejo una rosa en cada una de las tumbas, hizo la señal de la cruz y comenzó: “Yo les traigo a mi santos, flores blancas como la luna”
Solo Dios sabe de dónde sacaba esta pobre mujer ese tipo de oraciones, prendió una vela y rezo un padre nuestro, luego salió del mausoleo y cerro con llave, el guardia que ya se había percatado de su visita, se acercó a ella y le dijo:- Doña Perpetua, que hace por aquí a estas horas de la noche, mire el reloj ya dio las doce, valla a casa.
Perpetua asintió con la cabeza y se marchó. Volvió a repetir esta acción todos los días de la semana, hasta que una noche, mientras ella visitaba el cementerio, unos niños traviesos, decidieron entrar a la casa vieja en la que vivía, el lugar el lúgubre, con olor a viejo y a encierro, las telarañas cubrían todos los candelabros en desuso que se encontraban en la pared, un juego de living viejo decoraba la sala de estar, junto con unos cuadros de personas seguramente ya muertas y gatos, los muebles rechinaban junto con los pisos de madera carcomidos por las termitas y la escalera que ascendía al segundo piso estaba cubierta por una gruesa capa de polvo, los niños se animaron a subir, al llegar arriba los recibió un pasillo largo en el que se comunicaban cinco habitaciones y en el fondo, un hogar viejo se encontraba prendido y en la alfombra atacada por polillas se encontraba un gato sucio y mal oliente durmiendo, los niños caminaron silenciosamente para no despertarlos y abrieron una puerta de la que provenía una luz, las paredes de esa habitación estaban cubiertas por un papel tapiz rojo con líneas doradas, en las paredes había cuadros con santos y en el centro de una de ellas se encontraba el cuadro de una mujer, muy similar a Perpetua pero aún más vieja, el lugar estaba iluminado por velas pero lo primero que pudieron ver los chicos fue un ataúd de madera, gastado y comido también por las termitas, pero estaba vacío, nadie se encontraba adentro.
Los niños sintieron la puerta del frente y rápidamente corrieron a esconderse dentro de un placar que se encontraba en la habitación, la señora Perpetua apareció en la habitación diciendo: “Espero mis padres santos, me esperen con alegría, mañana será el gran día” Los niños dentro del placar traspiraban de los nervios y el miedo y el olor a humedad que había ahí adentro era terrible la señora Perpetua se quitó la capa y la colgó en una silla, luego tomo con sus manos un rosario y se puso a rezar frente a una virgen, apenas termino se quitó los zapatos apago las velas y se acostó en el ataúd de madera, los niños asustados, no podían creer lo que veían y comenzaron a gritar, nadie más supo de ellos, ni de Perpetua, nadie se anima entrar a la casa, pero muchos dicen que la han visto vagar por las noches escoltada por los niños hasta el cementerio, otros dicen que es solo una leyenda, otros que esas almas en penas recorren las calles tratando de irse en paz de esta tierra y que no podrán hacerlo hasta que la gente los olvide.
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