Hualbert Zola IV: La China
Si tendría que comparar con algo la esquina de la Avenida la Marina y la Avenida Universitaria sería con una metamorfosis constante durante las 24 horas diarias. Si Usted es un trabajador que se dirige a su destino a eso de las siete de la mañana vera una esquina tranquila, con otros trabajadores que esperan tomar el transporte a sus destinos. Pero si Usted es uno de esos Hualbert Zolá que la frecuentan a la media noche descubrirá…
La zona es uno esos barrios maleados de mi Lima. Poblado de Karaokes mediocres y baratos, y discotecas de mala calidad, lupanares, hotelitos para amores furtivos de “choque y fuga, fast food de mala calidad, vendedores de cocaína y marihuana, y por supuesto de prostitutas callejeras, que por 20 soles venden su cuerpo incluyendo un camastro en un cuartucho y el preservativo incluido… Lo más sorprendente es que es muy frecuentado por un sinnúmero de limeños.
La China era una de esas “putas” callejeras. El destino, es decir sus propias tendencias y proclividades la condujeron a ocupar la esquina principal de esas avenidas. Pero la china no era maleada, era más bien como un ángel perdido en la podredumbre de la tierra. Y una noche, al azahar, Hualbert Zolá y la China se conocieron. Y surgió un vínculo que no puedo llamar amistad. La China era la “caserita” de Zolá, el solamente la buscaba a ella.
Pasaron unos días que Hualbert no pudo ir a buscar a su China. Al fin pudo ir. Pero no pudo encontrarla. Siempre la había encontrado. Entonces busco a la “Chola”.
- Chola, dijo Zolá, no encuentro a la China, quiero tirarme un polvo contigo. Pero primero traime un quete de coca.
La “Chola” regreso portando el quete de coca y dijo
- Hualbert tengo algo que decirte.
- No quiero escuchar nada, profirió Zolá, si no está mi China me tiro un polvo contigo.
Los dos tras unos cuantos tiros se dirigieron al hotelito.
Cuando Zolá estaba por “darla”, la Chola le dijo
- Detente, tengo algo que darte. Y apartando a Zolá a un costado, y calmándolo, se reclino y extrajo un “Trome” (Un periódico), y se lo arrojo a Zolá y le dijo lee.
En primera plana decía. Se encontró muerta a la china en un terreno baldío, la policía encontró al asesino.
Zolá se vistió lentamente. En la primera licorería se compró una botella de Whisky. No la tomó hasta llegar a la casa de A. Era Tarde. A lo recibió y escucho la historia. La botella quedó corta para escucharla completamente.
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