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Pedro tomo el celular en la parte de atrás del taxi, queriendo llamar a su esposa, pero recordó las jaquecas que ella tenia en las mañanas, así que antes de marcar, colgó. El taxi se desplazaba rápido como todos los días a esa hora punta. Pedro era súper sensible, incluso se consternaba cuando moría una mariposa, un perro en la calle o cuando se enteraba de alguna noticia trágica, ni hablar de los atardeceres en la playa que tanta congoja hacia en él. Mirando las calles se dispuso a divagar como siempre, cuando un fuerte golpe lo saco del surrealismo. El carro choco con tal fuerza que las ventanas se destrozaron. Sufrió un corte en la muñeca que mancho su reloj regalado en navidad. No le tomo importancia.

Después de las discusiones de los taxistas, Pedro pensó en no ir a trabajar y tomar el incidente como pretexto para regresar a casa, y estar con su mujer. El taxista quiso llevarlo al hospital al ver el pequeño rasguño no dejaba de sangrar, él se reuso enrollando su pañuelo en la herida y pensando que su esposa podría curarlo.

Al no darle importancia, tampoco quiso preocuparla a Sara, sino explicarle ya en casa.
Llego a departamento, abrió despacio para que la jaqueca de ella no se alterara, entro al baño se lavo, pero la sangre se mezclaba con el agua limpia. Pedro escucho unos ruidos extraños en el cuarto, se acerco lentamente y con el mayor silencio posible y observo por la puerta entre abierta.

Se dirigió con furia a la cocina, cogío el cuchillo mas grande que pudo ver, y antes de dirigirse a la habitación pensó un poco. Las lágrimas se les salían de rabia. Cogío un vaso, tomo un poco de agua para que lo ayudara a pensar y se sentó en la cocina esperando a que salieran.

Más que el ruido, Sara sintió una angustia en su corazón, lo empujo y desnuda salio a ver que pasaba.

El departamento se lleno de un grito melancólico y piadoso, Pedro estaba sentado con la cabeza gacha, el cuchillo, el vaso con un sorbo menos y la meza con un enorme charco de sangre.

Como las enfermedades ocultas y latentes que uno no sabe que tiene, la hemofilia se hizo presa de él, mientras Sara se decía para sus adentros ¡hasta que por fin lo hizo¡ ¡este hijo de puta¡.

Texto agregado el 23-03-2012, y leído por 214 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
23-03-2012 ¡Chuata!, diría mi tío Eufrasio, que era muy expresivo, pero con palabras propias, para hablar. simasima
23-03-2012 Hace tiempo que no escuchaba hablar de esta enfermedad. Pero bien, el taxista se desangró al percatarse que su mujer era más meretriz de lo que pensaba... gui
23-03-2012 Divertida historia! te felicito ferpet
23-03-2012 buenísimo ! arturo_navia
23-03-2012 ooopsss... anlin
 
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